OPUS MAGNUM. Cuaderno de notas de José Rodríguez-Guerrero |
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Los Orígenes de la
Alquimia III:
Datación. A la hora de fijar una datación para los orígenes de la alquimia el lector debe saber distinguir entre tres tipos de interpretaciones: las invenciones seudo-científicas, las narraciones míticas de los propios alquimistas y la crítica histórica. III.1. Datación seudo-científica. Las primeras las menciono porque debo advertir de su existencia, pero no voy a perder ni un minuto en comentarlas o rebatirlas. No merece la pena. Sus argumentos son como una broma. Cualquiera con un mínimo de capacidad crítica se da cuenta de su inconsistencia. No pondré ejemplos porque, desgraciadamente, basta con teclear la palabra “alquimia” en cualquier buscador de Internet para toparse con miles de páginas llenas de sandeces como “alquimia, ciencia atlante”, “alquimia, superciencia extraterrestre”, “alquimia, tradición pre-cataclísmica”, “alquimia, arte antediluviano”... En fin, nosotros a otra cosa más interesante.... III.2. Dataciones míticas. Las narraciones míticas sobre el origen de la alquimia han sido muy abundantes por parte de los propios alquimistas a lo largo de la historia. Se trata de recursos literarios, o de creencias personales de cada autor, que intentan dignificar su disciplina endosándole un valor tradicional y un principio sagrado o ancestral. La más antigua es la que habla de una revelación que un grupo de ángeles habrían hecho a las mujeres a cambio de sus favores sexuales. Ya me detendré en otro momento en esta curiosa narración. Los árabes hicieron de Hermes Trismegisto el padre de la alquimia, en una tradición que se se perpetuó durante los siglos siguientes y caló con fuerza en Europa. El Renacimiento y la Edad Moderna europeas vieron florecen un sinfín de génesis alquímicas, sobre todo bíblicas. Unas implican a Adán; otras a un descendiente de Caín llamado Tubalcaín, al que la Biblia llama “artífice de toda obra de bronce” (Gén. 4, 22); otras a Cam, hijo de Noe (Gén. 5, 32); a Enoch; a Set; al mismo Moisés; o a su hermano Aarón, forjador del becerro de oro (Éx. 32, 1-6). En fin, los ejemplos son innumerables. Su valor es grande desde el punto de vista de la crítica literaria, pero carece de importancia para la datación histórica, de manera que no son válidas para el asunto que aquí nos ocupa. III.3. Datación histórica. La crítica histórica, ya lo he dicho muchas veces en este cuaderno, trabaja sobre las fuentes aplicando del método histórico (heurística, crítica y síntesis) y el filológico (ecdótica, crítica textual, cladística, lectura diacrónica). El resultado es sometido a los requerimientos del método científico propio de las ciencias sociales (ética de la investigación, publicación, revisión por pares, debate, falsación y consenso científicos, etc.). Valiéndonos de este método podemos determinar que el primer autor de textos alquímicos históricamente identificable es un egipcio, natural de la ciudad de Panópolis, llamado Zósimo. Su obra contiene suficientes datos para poder fechar su actividad en torno a finales del siglo III y comienzos del IV, lo que le convierte en contemporaneo del Leyden Papyrus X y el Papyrus Graecus Holmiensis. Los elementos exactos de datación se pueden consultar en Michèle Mertens (1995) y Matteo Martelli (2006). Zósimo menciona varios alquimistas contemporáneos suyos: dos mujeres vinculadas con las actividades de los templos, Teosebia y Taphnutia; y un sacerdote llamado Nilo, al que censura con fuerza. La versión siríaca de sus obras nombra también técnicas de un tal “Pabapnidos, hijo de Sitos el maestro de las estatuas”. Otro personaje esencial es el alquimista Sinesio, autor de un tratado titulado Sinesio el Filósofo, a Dióscoro, Sacerdote del Gran Serapis en Alejandría. Su obra es desconocida para Zósimo, así que debe ser posterior a éste (post. 305). Por otro lado, el hecho de que mencione el Serapeum de Alejandría evidencia que es anterior a su destrucción en 391. Así, su datación más probable es la primera mitad del siglo IV. Sobre esta cuestión véase: Jean Letrouit (1995) y Matteo Martelli (2006) Otro protagonista clave para la cronología de los primeros alquimistas es Olimpiodoro de Alejandría, autor de un comentario Sobre la Práctica de Zósimo. Se ha escrito mucho sobre su posible datación. Hay quien lo identifica con el historiador homónimo de Tebas (s. V), autor de una crónica dedicada a Teodosio II (Fabricius, Berthelot, Sarton, Lippmann, Lindsay); para otros sería el filósofo neolatónico (ca.495-570) comentarista de Platón y Aristóteles (Usener, Tannery, Festugière, Ruska, Plassner, Hunger, Fowden, Brisson, Viano); no obstante, la tesis más plausible ha sido propuesta por Jean Letrouit, quien lo sitúa en el siglo IV. Al margen de otras consideraciones, como los elementos cristianos de su obra, hay dos argumentos de peso a su favor: 1) Olimpiodoro alude a las bibliotecas del Museo o del Serapeum de Alejandría como disponibles en su tiempo, sin embargo ninguna de ellas existía ya a comienzos del siglo V. 2) Olimpiodo habla del templo de Isis-Hathor en Terenouthis, destruido ya a comienzos del siglo V. Así pues, teniendo en cuenta estos dos detalles, y considerando que comenta una obra de Zósimo, y que cita abundantemente a Sinesio, Olimpiodoro debe haber vivido en la segunda mitad del siglo IV. Olimpiodoro cita a dos alquimistas ligeramente anteriores a él llamados Pelagio y Pausiris. Ahora bien, tanto Zósimo, como los dos papiros de Leiden y Estocolmo, o Sinesio y Olimpiodoro, mencionan a autores anteriores, por lo que es necesario datar a esta primera generación de alquimistas, entre los que estarían (los seudo-epigráficos van marcados con un apóstrofe *): Demócrito*, Ostanes, María la Judía, Teófilo hijo de Teógenes, Julio el Africano, Phimenas de Saïs, Anaxilaos, Apolo, Pibichius, Agathodaemón*, Hermes*, Horus* y Cronammón. A esta lista habría que añadir una serie de nombres, no aludidos por las cuatro fuentes principales (Zósimo, papiros, Sinesio y Olimpiodoro), pero que se encuentran en otros escritos aparentemente muy antiguos tras su examen crítico (Hammer Jensen, Reitzenstein, Bidez & Cumont, Mertens, Philonenko, Brunet, Martelli, Berthelot, Festugière, van Bladel), si bien Jean Letruit los considera más tardíos. Se trata de cinco seudo-epigráficos: Isis*, Komario*, Cleopatra*, Osrón* y Moisés*. El más importante, venerado y antiguo de todos parece haber sido el seudo-Demócrito, del que se conservan dos textos: uno tiene por título Φυσικά και μυστικά y el otro es un περἰ ἀσἡμου ποιἡεως. Estas obras, afortunadamente, están, siendo estudiadas hoy día por Matteo Martelli, quien ya ha dedicado a este asunto un doctorado en filología griega y latina en la Universidad de Bolonia. Durante su estudio, no sólo analizó las copias en griego, sino también los comentarios de Zósimo y Sinesio, tanto en su versión griega como en la latina. Además encontró y estudió las adaptaciones democriteas incluidas en otros tratados griegos. No contento con esto se ha marchado a la Universidad de Pennsylvania para aprender siríaco y árabe, con el fin de estudiar las versiones siríacas de los textos alquímicos seudo-democriteos. Martelli ha puesto en evidencia que el seudo-Demócrito es un autor nunca anterior al siglo I d.C pues, por ejemplo, cita entre sus materiales de base el claudianos, una aleación de tiempos del emperador Claudio (41-54 d.C). Según las fuentes antiguas escribió al menos cuatro tratados: sobre la crisopeya, la argiopeya, las piedras (confección de piedras preciosas) y la púpura (elaboración de tintes púpuras). Martelli demuestra que el fragmento conocido como Φυσικά και μυστικά es una recopilación parcial del primero y el último, y su περἰ ἀσἡμου ποιἡεως del tercero. El seudo-demócrito, según sus propios textos y el testimonio de su comentarista Sinesio, parece haber sido un personaje originario de la ciudad de Abdera, vinculado a un templo emplazado en Menfis, lugar donde dice haber sido iniciado parcialmente por un sabio persa llamado Ostanes. Al morir su maestro sin completar la iniciación, nuestro autor tiene que encontrar una salida por dos vías combinadas: el trabajo en el laboratorio y la búsqueda de umm texto clave en el interior del templo. Desde el punto de vista de las dataciones, que es lo que ahora nos interesa, el seudo-Demócrito sólo cita a un tal Pamenes, no sabemos si contemporáneo suyo o anterior, a quien atribuye una receta para convertir el plomo en oro que “enseñó a los sacerdotes de Egipto”. Posiblemente se trate del mismo Phimenas de Saïs referido por el papiro de Leiden, pero no podemos asegurarlo. En fin, partiendo de los estudios que hasta ahora se han realizado sobre el corpus de alquimistas griegos, se puede proponer la siguiente cronología, sujeta a variaciones internas, pero que en nigún caso se movería de unos márgenes temporales que van del siglo I al VIII d.C.: Siglo I Siglo II Siglo III Siglo IV Siglo V-VI Siglo VII Siglo VIII Propuesta ya la cronología, voy a poner como regalo el original griego del tratado Φυσικά και μυστικά del seudo-Demócrito, el más antiguo del corpus griego, junto con una traducción libre al español: ΔΗΜΟΚΡΙΤΟΥ ΦΥΣΙΚΑ ΚΑΙ ΜΥΣΤΙΚΑ Βαλὼν εἰς λίτραν μίαν πορφύρας διωβόλου λίτραν σκωρίας σιδήρου εἰς οὔρου δραχμὰς ζ, ἐπίθες ἐπὶ πυρᾶς ὥστε λαβεῖν βράσματα. Εἶτα λαβὼν ἀπὸ τοῦ πυρὸς τὸ ζέμα, βάλε εἰς λεκάνην, προβαλὼν τὴν πορφύραν, καὶ ἐπιχέας τὸ ζέμα τῇ πορφύρᾳ, ἔα βρέχεσθαι νυχθήμερον ἕν. Εἶτα λαβὼν βρύων θαλασσίων λίτρας δ, βάλε ὕδωρ ὡς εἶναι ἐπάνω τῶν βρύων τετραδάκτυλον· καὶ ἔχε ἕως ἂν παχυνθῇ, καὶ διυλίσας, τὸ διύλισμα θέρμανον, καὶ συνθεὶς τὴν ἐρέαν, κατάχεε. Χαυνότερα δὲ συντεθήτω ὥστε φθάσαι τὸν ζωμὸν ἕως τοῦ πυθμένος, καὶ ἔασον νυχθήμερα δύο. Εἶτα λαβὼν μετὰ ταῦτα, ξήρανον ἐν σκιᾷ· τὸν δὲ ζωμὸν ἐγχέῃς. Εἶτα βαλὼν εἰς τὸν αὐτὸν ζωμὸν βρύων λίτρας δύο, βάλε ἐν τῷ ζωμῷ ὕδωρ ὡς γενέσθαι τὴν ἀναλογίαν τὴν πρώτην· καὶ ἔχε ὡσαύτως ἕως ἂν παχυνθῇ. Εἶτα ὑλίσας βάλε τὴν ἐρέαν ὡς τὸ πρῶτον, καὶ ποιήσῃ νυχθήμερον ἕν. Εἶτα λαβὼν, ἀπόπλυνον εἰς οὖρον καὶ ξήρανον ἐν σκιᾷ. Εἶτα λαβὼν λακχὰν, τρίβε, καὶ λαβὼν λαπάθου λίτρας τέσσαρας, ἔκζεσον μετὰ οὔρου, ὡς λυθῆναι τὸ λάπαθον· καὶ ὑλίσας τὸ ὕδωρ, βάλε τὸν λακχάν· καὶ ἕψε ἕως παχυνθῇ· καὶ διυλίσας πάλιν τὸν λακχὰν βάλε τὴν ἐρέαν. Εἶτα μετὰ ταῦτα πλῦνον οὔρῳ, εἶτα πάλιν ὕδατι· καὶ μετὰ ταῦτα ξηράνας ὁμοίως ἐν σκιᾷ, θυμία ὄνυξι θαλασσίοις ἐναποβεβρεγμένην ἐν οὔρῳ ἡμέρας δύο. Εἰς δὲ τὴν κατασκευὴν τῆς πορφύρας τὰ εἰσερχόμενά εἰσιν τάδε. Φῦκος ὃ καλοῦσι ψευδοκογχύλιον, καὶ κόκκον καὶ ἄνθος θαλάσσιον, ἄγχουσαν λαδικίνην ἡ κρημνὸς, ἐρυθρόδανον τὸ ἰταλικὸν, φυλλάνθιον τὸ δυτικὸν, σκώληξ ὁ πορφύριος ἐκ τοῦ ἐρώου γενόμενος, ῥόδιον τὸ ἰταλικόν. Ταῦτα τὰ ἄνθη προτετίμηται παρὰ τῶν προγενεστέρων, καί εἰσι φευκτὰ οὐ τίμια. ῎Εστι δὲ ὁ τῆς Γαλατίας σκώληξ, καί τι τῆς ᾿Αχαΐας ἄνθος ὃ καλοῦσιν λακχὰν, καὶ τὸ τῆς Συρίας ὃ καλοῦσιν ῥίζιον· καὶ τὸ κογχύλιον καὶ τὸ κοχλιοκογχύλιον τὸ λιβυκόν· καὶ ὁ αἰγύπτιος κόγχος ὁ τῆς παραλίου, ὃς καλεῖται πίννα· καὶ ἡ ἴσατις βοτάνη· καὶ τὸ τῆς ἀνωτέρας, καὶ τὸ τῆς Συρίας ὃ καλοῦσιν κόγχον· ταῦτά ἐστιν <οὔτε> ἀκίνητα, οὔτε τιμητὰ παρ᾿ ἡμῖν, πλὴν τῆς ἰσάτεως. Ταῦτα οὖν παρὰ τοῦ προειρημένου διδασκάλου μεμαθηκὼς, καὶ τῆς ὕλης τὴν διαφορὰν ἐγνωκὼς, ἠσκούμην ὅπως ἁρμόσω τὰς φύσεις· εἰ γὰρ καὶ τέθνηκεν ἡμῶν ὁ διδάσκαλος, μηδέπω ἡμῶν τελειωθέντων, ἀλλ᾿ ἔτι περὶ τὴν ἐπίγνωσιν τῆς ὕλης ἀπασχολουμένων, ἐξ ῞Αδου φησὶν τοῦτον φέρειν ἐπειρώμην· ὡς δὲ εἰς τοῦτο ὥρμησα, εὐθὺς παρεκάλεσα λέγων· ἆπαρέχεις δωρέας ἐμοὶ, ἀνθ᾿ ὧν ἀπείργασμαι εἰς σέή; Καὶ τοῦτο εἰπὼν, ἐσιώπα· ὡς δὲ πολλὰ παρεκάλουν, ἠρώτων ὅπως ἁρμόσω τὰς φύσεις, ἔφησέ μοι δύσκολον λέγειν, οὐκ ἐπιτρέποντος αὐτῷ τοῦ δαίμονος· μόνον δὲ εἶπεν· ἆαἱ βίβλοι ἐν τῷ ἱερῷ εἰσιν.ή ᾿Αναστρέψας εἰς τὸ ἱερὸν ἐγενόμην ἐρευνήσων εἴπερ δυνηθείην εὐπορῆσαι τῶν βιβλίων· οὔτε γὰρ περιὼν τῷ βιβλίῳ τοῦτο εἰρήκει· ἀδιάθετος γὰρ ὢν ἐτελεύτα, ὡς μέν τινές φασιν, δηλητηρίῳ χρησάμενος δι᾿ ἀπαλλαγὴν ψυχῆς ἐκ τοῦ σώματος· ὡς δὲ ὁ υἱός φησιν ἀπροσδοκήτως ἑστιώμενος· ῏Ην δὲ πρὸ τῆς τελευτῆς ἀσφαλισάμενος μόνον τῷ υἱῷ φανήσεσθαι τὰς βίβλους, εἰ τὴν πρώτην ὑπερβῇ ἡλικίαν· τούτων δὲ οὐδεὶς οὐδὲν ἡμῶν ἠπίστατο. ῾Ως οὖν ἐρευνήσαντες εὕρομεν οὐδὲν, δεινὸν ὑπέστημεν κάματον ἔστ᾿ ἂν συνουσιωθῶσι καὶ συνεισκριθῶσιν αἱ οὐσίαι καὶ αἱ φύσεις. ῾Ως δὲ ἐτελειώσαμεν τὰς συνθέσεις τῆς ὕλης, χρόνου τινὸς ἐνστάντος καὶ πανηγύρεως οὔσης ἐν τῷ ἱερῷ, πάντες ἡμεῖς εἰσθιώμεθα· ὡς οὖν ἦμεν ἐν τῷ ναῷ ἐξ αὐτομάτου στηλή τις <ἢ> κίων ἧν, ἣ διαρρήγνυται, ἣν ἡμεῖς ἑωρῶμεν ἔνδον οὐδὲν ἔχουσαν. ῾Ο δὲ οὔτ᾿ ἄν τις ἔφασκεν, ἐν αὐτῇ τὰς πατρώας τεθησαυρίσθαι βίβλους, καὶ προκομίσας εἰς μέσον ἤγαγεν. ᾿Εγκύψαντες δὲ ἐθαυμάζομεν ὅτι μηθὲν, ἦμεν παραλείψαντες, πλὴν τοῦτον τὸν λόγον εὕρομεν ἐκεῖ πάνυ χρήσιμον. ῾Η φύσις τῇ φύσει τέρπεται, καὶ ἡ φύσις τὴν φύσιν νικᾷ, καὶ ἡ φύσις τὴν φύσιν κρατεῖ. ᾿Εθαυμάσαμεν πάνυ ὅτι ἐν ὀλίγῳ λόγῳ πᾶσαν συνήγαγε τὴν γραφήν. ἆ῞Ηκω δὲ κἀγὼ ἐν Αἰγύπτῳ φέρων τὰ φυσικὰ, ὅπως τῆς πολλῆς περιεργείας καὶ [οὐ] συγκεχυμένης ὕλης καταφρονήσητεή. Λαβὼν ὑδράργυρον, πῆξον τῷ τῆς μαγνησίας σώματι ἢ τῷ τοῦ ἰταλικοῦ στίμεως σώματι, ἢ θείῳ ἀπύρῳ, ἢ ἀφροσελήνῳ, ἢ τιτάνῳ ὀπτῷ ἢ στυπτηρίᾳ τῇ ἀπὸ Μήλου, ἢ ἀρσενίκῳ, ἢ ὡς ἑπινοεῖς. Καὶ ἐπίβαλλε λευκὴν γαίαν χαλκῷ, καὶ ἕξεις χαλκὸν ἀσκίαστον. Ξανθὴν δὲ ἐπίβαλλε σελήνην, καὶ ἕξεις χρυσὸν χρυσῷ, καὶ ἔσται χρυσοκόραλλος σωματωθεῖσα. Τὸ δ᾿ αὐτὸ ποιεῖ καὶ ἀρσένικον ξανθὸν καὶ σανδαράχη οἰκονομηθεῖσα, καὶ κιννάβαρις πάνυ ἡ ἐκστραφεῖσα. Τὸν δὲ χαλκὸν ἀσκίαστον μόνη ἡ ὑδράργυρος ποιεῖ. ῾Η <γὰρ> φύσις τὴν φύσιν νικᾷ. Πυρίτην ἀργυρίτην ὃν καὶ σιδηρίτην καλοῦσιν, οἰκονόμει ὡς ἔθος, ἵνα ῥεῦσαι δυνηθῇ· ῥεύσει δὲ διὰ νύθου ἢ λευκῆς λιθαργύρου ἢ τῷ ἰταλικῷ στίμει· καὶ σκόρπισον μολύβδῳ (οὐχ ἁπλῶς λέγω, ἵνα μὴ πλανηθῇς, ἀλλὰ τῷ ἀπὸ κοπτικοῦ), καὶ λιθαργύρου μέλανι τῷ ἡμῶν, ἢ ὡς ἐπινοεῖς· καὶ ὄπτησον, καὶ ἐπίβαλλε ὕλῃ ξανθὸν γενόμενον, καὶ βάψῃ· ἡ γὰρ φύσις τῇ φύσει τέρπεται. Πυρίτην οἰκονόμει ἕως οὗ γένηται ἄκαυστος ἀποβαλὼν τὴν μελανίαν· οἰκονόμει δὲ ὀξάλμῃ, ἢ οὔρῳ ἀφθόρῳ, ἢ θαλάσσῃ, ἢ ὀξυμέλιτι, ἢ ὡς ἐπινοεῖς, ἕως οὗ γένηται ὡς ψῆγμα χρυσοῦ ἄκαυστον. Καὶ ἐὰν γένηται, πρόσμιξον αὐτῷ θεῖον ἄπυρον ἢ στυπτηρίαν ξανθὴν, ἢ ὤχραν ἀττικὴν, ἢ ὡς ἐπινοεῖς. Καὶ ἐπίβαλλε ἀργύρῳ διὰ τὸν χρυσὸν, καὶ χρυσῷ διὰ τὸν χρυσοκογχύλιον· ἡ γὰρ φύσις τὴν φύσιν κρατεῖ. Τὸ κλαυδιανὸν λαβὼν, ποίει μάρμαρον καὶ οἰκονόμει ὡς ἔθος, ἕως ξανθὸν γένηται. Ξάνθωσον οὖν οὐ τὸν λίθον λέγω, ἀλλὰ τὸ τοῦ λίθου χρήσιμον ξανθώσεις δὲ μετὰ στυπτηρίας ἐκσηπτωθείσης θείῳ, ἢ ἀρσενίκῳ, ἢ σανδαράχῃ, ἢ τιτάνῳ, ἢ ὡς ἐπινοεῖς. Καὶ ἐὰν ἐπιβάλλῃς ἀργύρῳ, ποιεῖς χρυσόν· ἐὰν δὲ χρυσῷ, ποιεῖς χρυσοκογχύλιον· ἡ γὰρ φύσις τὴν φύσιν νικῶσα κρατεῖ. Τὴν κιννάβαριν λευκὴν ποίει δι᾿ ἐλαίου, ἢ ὄξους, ἢ μέλιτος, ἢ ἅλμης, ἢ στυπτηρίας, εἶτα ξανθὴν διὰ μίσυος, ἢ σώρεως, ἢ χαλκάνθου, ἢ θείῳ ἀπύρῳ, ἢ ὡς ἐπινοεῖς. Καὶ ἐπίβαλλε ἀργύρῳ, καὶ χρυσὸς ἔσται, ἐὰν χρυσὸν καταβάπτῃ· ἐὰν χαλκὸν, ἤλεκτρον· ἡ <γὰρ> φύσις τῇ φύσει τέρπεται. Τὴν δὲ κυπρίαν καδμίαν, τὴν ἐξωσμένην λέγω, λεύκαινε ὡς ἔθος. Εἶτα ποίει ξανθήν· ξανθώσεις δὲ χολῇ μοσχείᾳ, ἢ τερεβινθίνῃ, ἢ κικίνῳ, ἢ ῥαφανίνῳ ἢ ὠῶν λεκίθοις ξανθῶσαι αὐτὴν δυναμένοις· καὶ ἐπίβαλλε χρυσῷ· χρυσὸς γὰρ ἔσται διὰ τὸν χρυσὸν καὶ διὰ τὸν χρυσοζώμιον· ἡ γὰρ φύσις τὴν φύσιν νικᾷ. Τὸν ἀνδροδάμαντα οἰκονόμει οἴνῳ αὐστηρῷ, ἢ θαλάσσῃ, ἢ οὔρῳ, ἢ ὀξάλμῃ τοῖς δυναμένοις σβέσαι αὐτοῦ τὴν φύσιν. Λείου μετὰ στίμεως χαλκηδονίου. Οἰκονόμει δὲ πάλιν θαλασσίῳ ὕδατι, ἢ ἅλμῃ, ἢ ὀξάλμῃ· ἀπόπλυνον, ἕως ἂν φυγῇ τοῦ στίμεως ἡ μελανία. Φρῦξον ἢ ὄπτησον, ἕως ξανθίσῃ· καὶ ἕψει ὕδατι θείῳ ἀθίκτῳ. ᾿Επίβαλλε δὲ ἀργύρῳ καὶ ὅταν θεῖον ἄπυρον προσβάλῃς, ποίει χρυσοζώμιον· ἡ γὰρ φύσις τὴν φύσιν κρατεῖ. Οὗτός ἐστιν ὁ λίθος ὁ λεγόμενος χρυσίτης. Λαβὼν γῆν λευκὴν, λέγω τὴν ἀπὸ ψιμυθίου καὶ ἑλκύσματος ἢ στίμεως ἰταλικοῦ, καὶ μαγνησίας, ἢ καὶ λευκῆς λιθαργύρου, λευκάνῃς· Λευκανεῖς δὲ αὐτὴν θαλάσσῃ ἢ ἅλμῃ τεθρεωμένῃ (?) ἢ ὕδατι ἀερίῳ, ἐν δρόσῳ λέγω καὶ ἡλίῳ, ὥστε αὐτὴν λειουμένην γενέσθαι λευκὴν ὡς ψιμύθιον. Χώνευσον οὖν τοῦτον καὶ ἐπίβαλλε αὐτῷ χαλκοῦ ἄνθος ἢ ἰὸν ξυστὸν, οἰκονομηθέντα λέγω, ἢ χαλκὸν κεκαυμένον λίαν φθαρέντα, ἢ χαλκίτην· καὶ κυανὸν ἐπίβαλλε, ἕως γένηται ἄρρευστος καὶ ἄτρητος· εὐχερῶς δὲ γενήσεται. Τοῦτό ἐστιν τὸ μολυβδόχαλκον. Δοκίμαζε οὖν εἰ γέγονεν ἀσκίαστον, καὶ ἐὰν μὴ γέγονε, τὸν χαλκὸν μὴ μέμψῃ, μᾶλλον δὲ σαυτὸν, ἐπεὶ μὴ καλῶς ᾠκονόμησας. Ποίει οὖν ἀσκίαστον καὶ λείου, καὶ βάλε τὰ ξανθῶσαι δυνάμενα, καὶ ὄπτα, ἕως ξανθὸν γένηται· καὶ ἐπίβαλλε πᾶσι τοῖς σώμασιν· ὁ γὰρ χαλκὸς ἀσκίαστος ξανθὸς [ὢν] γενόμενος πᾶν σῶμα βάπτει· ἡ γὰρ φύσις τὴν φύσιν νικᾷ. Τῷ θείῳ τῷ ἀπύρῳ συλλείου σῶρι καὶ χάλκανθον· τὸ δὲ σῶρί ἐστιν ὡς κυανὸς ψωρώδης, εὑρισκόμενος ἀεὶ ἐν τῷ μίσυι· τοῦτο καὶ χλωρὸν χάλκανθον καλοῦσιν. ῎Οπτησον οὖν αὐτὸ μέσοις φωσὶν ἡμέρας γ, ἕως γένηται ξανθὸν φάρμακον· ἐπίβαλλε χαλκῷ ἢ ἀργύρῳ τῷ ἐξ ἡμῶν γενομένῳ· καὶ ἔσται χρυσός. Τοῦτο κατάθες γενόμενον πέταλον εἰς ὄξος καὶ χάλκανθον καὶ μίσυ καὶ στυπτηρίαν καὶ ἅλας καππαδοκικὸν, καὶ νίτρον πυρρὸν, ἢ καὶ ὡς ἐπινοεῖς ἐπὶ ἡμέρας γ ἢ ε ἢ ϛ, ἕως γένηται ἰὸς, καὶ καταβάψῃς· τὸν γὰρ χρυσὸν ποιεῖ ἡ χάλκανθος ἰόν· ἡ <γὰρ> φύσις τῇ φύσει τέρπεται. Χρυσόκολλαν τὴν τῶν Μακεδόνων τὴν ἰῷ χαλκοῦ παρεμφέρουσαν οἰκονόμει λειῶν οὔρῳ δαμάλεως ἕως ἐκστραφῇ· ἡ γὰρ φύσις ἔσω κρύπτεται. ᾿Εὰν οὖν ἐκστραφῇ, κατάβαψον αὐτὴν εἰς ἔλαιον κίκινον πολλάκις πυρῶν καὶ βάπτων· εἶτα δὸς ὀπτᾶσθαι σὺν στυπτηρίᾳ προλειώσας μίσυι, ἢ θείῳ ἀπύρῳ ποίει ξανθὸν καὶ ἐπίβαπτε πᾶν σῶμα χρυσοῦ. ῏Ω φύσεις φύσεων δημιουργοὶ, ὦ φύσεις παμμεγέθεις ταῖς μεταβολαῖς νικῶσαι τὰς φύσεις, ὦ φύσεις ὑπὲρ φύσιν τέρπουσαι τὰς φύσεις. Ταῦτα δὴ οὖν εἰσι τὰ μεγάλην ἔχοντα τὴν φύσιν· τούτων τῶν φύσεων οὐκ εἰσὶν ἄλλαι μείζους ἐν βαφαῖς, οὐκ ἴσαι, οὐχ ὑποβεβηκυῖαι· ταῦτα ἀναλυόμενα πάντα ἐργάζεται. ῾Υμᾶς μὲν οὖν, ὦ συμπροφῆται, οἶδ᾿ οὐκ ἀπιστήσοντας, ἀλλὰ γὰρ καὶ θαυμάσαντας. ῎Ιστε γὰρ τῆς ὕλης τὴν δύναμιν· τοὺς δὲ νέους πάνυ βλαβησομένους καὶ ἀπιστήσαντας τῇ γραφῇ διὰ τὸ ἐν ἀγνοίᾳ τῆς ὕλης ὑπάρχειν αὐτοὺς, οὐκ εἰδότες ὅτι ἰατρῶν μὲν παῖδες ὁπηνίκα, ὑγιεινὸν φάρμακον βούλοιντο κατασκευάσαι, οὐκ ἀκρίτῳ ὁρμῇ τοῦτο πράττειν ἐπιχειροῦσιν· ἀλλὰ γὰρ πρῶτον δοκιμάσαντες ποῖόν ἐστιν θερμὸν, ποῖον δὲ τούτῳ συνερχόμενον μέσην ἀποτελεῖ κρᾶσιν, ψυχρὸν ἢ ὑγρὸν ἢ ὅποιον τὸ πάθος, εἰ κατάλληλον τῇ μέσῃ κράσει· καὶ οὕτως προσφέρουσιν τὸ πρὸς ὑγίειαν κριθὲν αὐτοῖς φάρμακον. Οὗτοι δὲ ἀκρίτῳ καὶ ἀλόγῳ ὁρμῇ τὸ τῆς ψυχῆς ἴαμα καὶ παντὸς μόχθου λύτρον κατασκευάσαι βουλόμενοι οὐκ αἰσθήσονται βλαβησόμενοι. Δοκοῦντες γὰρ ἡμᾶς μυθικὸν, ἀλλ᾿ οὐ μυστικὸν ἀπαγγέλλειν λόγον, οὐδεμίαν ἐξέτασιν ποιοῦνται τῶν εἰδῶν· οἷον εἰ τόδε μέν ἐστι σμηκτικὸν, τόδε ἐπιβλητέον, καὶ εἰ τόδε μέν ἐστιν βαπτικὸν, τόδε ἁρμοστέον, καὶ τόδε εἰ τὴν ἐπιφάνειαν ποιεῖ, καὶ εἰ κατὰ τὴν ἐπιφάνειαν ἔσται φευκτὸν, καὶ ἐκ τοῦ βάθους φεύξεται, καὶ εἰ τόδε μέν ἐστι πυρίμαχον, τόδε προσπλακὲν πυρίμαχον ποιεῖ, οἷον εἰ τὸ ἅλας σμήχει τὸ ἐπάνω τοῦ χαλκοῦ καὶ τὰ ἐντὸς ἐξ ἅπαντος σμήχει, καὶ εἰ ἰοῖ τὰ ἔξω μετὰ τὴν σμῆξιν, καὶ τὰ ἐντὸς ἰοῖ· καὶ εἰ τὰ ἔξω τοῦ χρυσοχάλκου λευκαίνει καὶ σμήχει ἡ ὑδράργυρος, καὶ τὰ ἐντὸς λευκαίνει· καὶ εἰ φεύγει ἔξωθεν, καὶ ἐκ τῶν ἐντὸς φεύξεται. Εἰ ἐν τούτοις ὑπῆρχον ἀσκούμενοι οἱ νέοι, οὐκ ἂν ἐδυστύχουν, κρίσει ἐπὶ τὰς πράξεις ὁρμῶντες· οὐ γὰρ ἐπίστανται τὰ τῶν φύσεων ἀντιπαθῆ ὡς ἓν εἶδος δέκα ἀνατρέπει. ῾Ρανὶς γὰρ ἐλαίου οἶδε πολλὴν ἀφανίσαι πορφύραν, καὶ ὀλίγον θεῖον εἴδη κατακαῦσαι πολλά. Ταῦτα μὲν οὖν περὶ τῶν ξηρίων, καὶ ὅπως δεῖ προσέχειν τῇ γραφῇ εἰρήσθω. Φέρε δὴ καὶ τοὺς ζωμοὺς καθεξῆς εἴπωμεν. Λαβὼν τὸ πόντιον ῥὰ, λείου ἐν οἴνῳ ἀμηναίῳ αὐστηρῷ· καὶ ποίει πάχος κηρωτῆς, δέξαι πέταλον τὸ μήνης, ἵνα ποιήσῃς τὸν χρυσόν· κατεργάζου ὀνυχόπαχον· καὶ τούτου πάλιν ἰσχνότερον χρήσῃ τοῦ φαρμάκου· καὶ θὲς εἰς καινὸν ἀγγεῖον περίφιμον πάντοθεν, ὑπόκαιε ἡρέμα ἕως μεσασθῇ. Εἶτα θὲς τὸ πέταλον εἰς τὸ τοῦ φαρμάκου λείψανον· καὶ ἄνες οἴνῳ τῷ τεταγμένῳ ἕως χυλώδης ζωμός σοι φάνῃ· εἰς τοῦτον κατάθες εὐθὺς τὸ πέταλον, μήπω ψυγὲν ἔα συμπιεῖν. Εἶτα λαβὼν, χώνευσον, καὶ εὑρήσεις χρυσόν. ᾿Εὰν δὲ τὸ ῥὰ ᾖ παλαιὸν τῷ χρόνῳ πρόσμιξον αὐτῷ ἐλυδρίου τὸ ἴσον προταριχεύσας ὡς ἔθος. Τὸ γὰρ ἐλύδριον ἔχει συγγένειαν πρὸς τὸ ῥά. ῾Η <γὰρ> φύσις τῇ φύσει τέρπεται. Δέξαι κρόκον κιλίκιον· ἄνες ἅμα ἄνθη τοῦ κρόκου τῷ προταγέντι χυλῷ τῆς ἀμπέλου, ποίει ζωμὸν ὡς ἔθος· βάπτε ἄργυρον ἐκ πετάλων ἕως ἀρέσῃ τὸ χρῶμα· ἐὰν δὲ χάλκεον τὸ πέταλον ἔσται, βέλτιον. Προκάθαιρε δὲ τὸν χαλκὸν ὡς ἔθος. Εἶτα βαλὼν ἀριστολοχίας βοτάνης μέρη β, καὶ κρόκου καὶ ἐλυδρίου τὸ διπλοῦν, ποίει πάχος κηρωτῆς, καὶ χρίσας τὸ πέταλον, ἀπεργάζου τῇ πρώτῃ ἀγωγῇ, καὶ θαυμάσεις. ῾Ο γὰρ κιλίκιος κρόκος τὴν αὐτὴν τῇ ὑδραργύρῳ ἔχει ἐνέργειαν, ὡς ἡ κασία τῷ κινναμώμῳ. ῾Η <γὰρ> φύσις τὴν φύσιν νικᾷ. Λαβὼν μόλυβδον τὸν ἡμῶν τὸν γενόμενον ἄρρευστον διὰ γῆς χίας καὶ Πάρου καὶ στυπτηρίας, χώνευσον ἀχύροις καὶ κατέρα εἰς πυρίτην καὶ κρόκον καὶ κνήκου καὶ οἰχομενίου ἄνθος, καὶ ἐλύδριον καὶ κροκόμαγμα, καὶ ἀριστολοχίαν· λείου ὄξει δριμυτάτῳ, καὶ ποίει ζωμὸν ὡς ἔθος· καὶ τῇ ῥὰ τὸν μόλυβδον ἔα συμπιεῖν, καὶ εὑρήσεις χρυσόν. ᾿Εχέτω δὲ τὸ σύνθεμα, καὶ θεῖον ἄπυρον ὀλίγον. ῾Η <γὰρ> φύσις τὴν φύσιν κρατεῖ. Αὕτη ἡ Παμμένους ἐστὶν, ἣν ἐπεδείξατο τοῖς ἐν Αἰγύπτῳ ἱερεῦσιν, ἕως τῶν φυσικῶν τούτων ἐστὶν ἡ τῆς χρυσοποιΐας ὕλη. Μὴ θαυμάσητε δὲ εἰ ἓν εἶδος τὸ τοιοῦτον ἀπεργάζεται μυστήριον. Οὐκ ὁρᾶτε ὡς πολλὰ φάρμακα καὶ μόλις χρόνῳ τὴν ἐκ σιδήρου κολλήσει τομήν; κόπρος δὲ ἀνθρωπεία οὐ χρόνῳ τοῦτο ποιεῖ; καὶ καυστῆρσι μὲν πολλὰ προσφερόμενα φάρμακα οὐδὲν ἀνύσει πολλάκις. Μόνη δὲ ἄσβεστος οἰκονομηθεῖσα ἰᾶται τὸ πάθος· καὶ ὀφθαλμίᾳ μὲν πολλάκις ποικίλη προσφερομένη πραγματεία οἶδε καὶ βλάψαι. ῾Ράμνος δὲ τὸ φυτὸν πρὸς πᾶν τὸ τοιοῦτον ποιοῦσα πάθος οὐκ ἀποτυγχάνει. Δεῖ οὖν καταφρονεῖν τῆς ματαίας καὶ ἀκαίρου ὕλης ἐκείνης, χρᾶσθαι δὲ μόνοις τοῖς φυσικοῖς. Νῦν δὲ καὶ ἐκ τούτου κρίνατε ὅτι ἄνευ τῶν προειρημένων φύσεων, τις ἀπέργασταί ποτε. Εἰ δὲ ἄνευ τούτων οὐδέν ἐστιν ποιῆσαι, τί ἀγαπῶμεν τὴν πολύυλον φαντασίαν; τί ἡμῖν καὶ πολλῶν εἰδῶν ἐπὶ τὸ αὐτὸ συνδρομὴ, μιᾶς φύσεως νικώσης τὸ πᾶν; ῎Ιδωμεν δηλαδὴ καὶ τῶν εἰς ἀργυροποιΐαν εἰδῶν τὴν σύνθεσιν. ΠΕΡΙ ΑΣΗΜΟΥ ΠΟΙΗΣΕΩΣ ῾Υδράργυρον τὴν ἀπὸ τοῦ ἀρσενίκου, ἢ σανδαράχης, ἢ ὡς ἐπινοεῖς, πῆξον ὡς ἔθος, καὶ ἐπίβαλλε χαλκῷ σιδήρῳ θειωθέντι, καὶ λευκανθήσεται· τὸ δ᾿ αὐτὸ ποιεῖ καὶ μαγνησία λευκανθεῖσα, καὶ ἀρσένικον ἐκστραφὲν, καὶ καδμία ὀπτὴ, καὶ σανδαράχη ἄπυρος, καὶ πυρίτης λευκανθεὶς, καὶ ψιμύθιον ἅμα θείῳ ὀπτηθέν. Τὸν δὲ σίδηρον λύσεις, μαγνησίαν ἐπιβάλλων, ἢ θείου τὸ ἥμισυ ἢ μάγνητος βραχύ. ῾Ο γὰρ μάγνης ἔχει συγγένειαν πρὸς τὸν σίδηρον. ῾Η <γὰρ> φύσις τῇ φύσει τέρπεται. Λαβὼν τὴν προγεγραμμένην νεφέλην, ἕψει ἐλαίῳ κικίνῳ ἢ ῥαφανίνῳ, προσμίξας βραχὺ στυπτηρίας. Εἶτα λαβὼν κασσίτερον, κάθαιρε τῷ θείῳ ὡς ἔθος, ἢ τῷ πυρίτῃ, ἢ ὡς ἐπινοεῖς. Καὶ κατέρα μετὰ τῆς νεφέλης, καὶ ποίει μίγμα. Δὸς ὀπτᾶσθαι φωσὶν εἰλικτοῖς, καὶ εὑρήσεις <τι> ψιμυθίῳ παρεμφερές· τὸ φάρμακον τοῦτο λευκαίνει πᾶν σῶμα. Πρόσμισγε δὲ αὐτῷ ἐν ταῖς ἐπιβολαῖς γῆν χίαν, ἢ ἀστερίτην, ἢ ἀφροσέληνον, ἢ ὡς ἐπινοεῖς· τὸ γὰρ ἀφροσέληνον τῇ ὑδραργύρῳ μιγὲν πᾶν σῶμα λευκαίνει. ῾Η <γὰρ> φύσις τὴν φύσιν νικᾷ. Μαγνησίαν λευκήν· λευκάνῃς δὲ αὐτὴν, ἅλμῃ καὶ στυπτηρίᾳ σχιστῇ ἐν ὕδατι θαλασσίῳ, ἢ χυλῷ, κίτρῳ λέγω, ἢ θείου αἰθάλῃ. ῾Ο γὰρ καπνὸς τοῦ θείου λευκὸς ὢν, πάντα λευκαίνει. ῎Ενιοι δέ φασι καὶ τὸν καπνὸν τῶν κοβαθίων λευκαίνειν αὐτήν. Πρόσμιξον αὐτῷ μετὰ τὴν λεύκωσιν, καὶ σφέκλης τὸ ἴσον, ἵνα λίαν γένηται λευκή· καὶ δεξάμενος χαλκοῦ ὑπολεύκου, ὀρειχάλκου λέγω, δ, χώνευε, ἐπιβάλλων κάτω ὀλίγου κασσιτέρου προκαθαρισθέντος α, καθύπο χεῖρα κινῶν ἕως συγγαμήσωσιν αἱ οὐσίαι, ἔσται ῥηγνύμενον. ᾿Επίβαλλε οὖν τοῦ λευκοῦ φαρμάκου τὸ ἥμισυ καὶ ἔσται πρῶτον· ἡ γὰρ μαγνησία λευκανθεῖσα οὐκ ἐᾷ ῥήγνυσθαι τὰ σώματα, οὐδὲ τὴν σκίαν τοῦ χαλκοῦ ἐπιφέρεσθαι. ῾Η <γὰρ> φύσις τὴν φύσιν κρατεῖ. Λαβὼν θεῖον τὸ λευκὸν, λευκάνῃς δὲ οὔρῳ λειῶν ἐν ἡλίῳ ἢ στυπτηρίᾳ καὶ ἅλμῃ τῇ τοῦ ἁλός· ἄθικτον θεῖον, πάνυ λευκότατον. Λείου αὐτὸ σὺν σανδαράχῃ, ἢ οὔρῳ δαμάλεως ἡμέρας ἓξ, ἕως γένηται τὸ φάρμακον μαρμάρῳ παρεμφερές· καὶ ἐὰν γένηται, μέγα ἐστὶ μυστήριον· τὸν γὰρ χαλκὸν λευκαίνει, μαλάσσει τὸν σίδηρον, ἄτρηστον ποιεῖ τὸν κασσίτερον, τὸν μόλυβδον ἄρρευστον, ἀρρήκτους ποιεῖ τὰς οὐσίας, ἀφεύκτους τὰς βαφάς· τὸ γὰρ θεῖον θείῳ μιγὲν θείας ποιεῖ τὰς οὐσίας, πολλὴν ἔχοντα τὴν πρὸς ἄλληλα συγγένειαν. Τέρπονται γὰρ αἱ φύσεις ταῖς φύσεσιν. Τὴν δὲ λευκανθεῖσαν λιθάργυρον λείου σὺν θείῳ, ἢ καδμίᾳ, ἢ ἀρσενίκῳ, ἢ πυρίτῃ, ἢ ὀξυμέλιτι, ἵνα μηκέτι ῥεύσῃ. ῎Οπτησον οὖν αὐτὸ λαμπροτέροις φωσὶν, ἀσφαλισάμενος τὸ σκεῦος. ᾿Εχέτω δὲ τὸ σύνθεμα καὶ τιτάνου ὀπτοῦ βραχέντος ὄξει ἡμέρας γ, ἵνα γένηται σμηκτικώτερον. ᾿Επίβαλλε οὖν αὐτῷ λευκὸν γενόμενον μᾶλλον ἢ τὴν ψιμύθιον. Γίνεται δὲ πολλάκις καὶ ξανθὴ, ἐὰν πλεονάσῃ τὰ φῶτα· ἀλλ᾿ ἐὰν γένηται ξανθὸν, οὐ χρησιμεύσει σοι νῦν· λευκάναι γὰρ βούλει τὰ σώματα. Καῦσον οὖν αὐτὸ τῇ συμμετρίᾳ, καὶ ἐπίβαλλε παντὶ σώματι χρείαν ἔχοντι λευκώσεως· ἡ γὰρ λιθάργυρος, ἐὰν γένηται ἄρρευστος, οὐκέτι ἔσται μόλυβδος· γίνεται δὲ εὐκόπως· ταχὺ γὰρ εἰς πολλὰ μετατρέπεται ἡ τοῦ μολύβδου φύσις. Αἱ γὰρ φύσεις νικῶσι τὰς φύσεις. Λαβὼν κρόκον κιλίκιον, τρίψον θαλάσσῃ ἢ ἅλμῃ, καὶ ποίησον ζωμόν· εἰς ὃν πυρῶν κατάβαπτε πέταλα χαλκοῦ, μολύβδου, σιδήρου, ἕως σοι ἀρέσῃ· γίνονται δὲ λευκά. Εἶτα λάβε τοῦ φαρμάκου τὸ ἥμισυ, καὶ συλλείου σανδαράχῃ, ἢ ἀρσενίκῳ λευκῷ, ἢ θείῳ ἀπύρῳ, ἢ ὡς ἐπινοεῖς· καὶ ποίησον κηρωτῆς πάχος. Χρίσον τὸ πέταλον, καὶ θὲς εἰς καινὸν ἀγγεῖον περίφιμον ὡς ἔθος. Θεὶς εἰς πρισματοκαύστην ἡμέραν ὅλην· εἶτα ἐξενέγκας κάτθες εἰς καθαρὸν ζωμὸν, καὶ ἔσται λευκὸς, λευκότατος ὁ χαλκός. Κατεργάζου λοιπὸν ὡς τεχνίτης· ὁ γὰρ κιλίκιος, λευκότατος ὁ χαλκός. Κατεργάζου λοιπὸν ὡς τεχνίτης· ὁ γὰρ κιλίκιος κρόκος θαλάσσῃ μὲν λευκαίνει, οἴνῳ δὲ ξανθοῖ. ῾Η <γὰρ> φύσις τῇ φύσει τέρπεται. Δέξαι λευκὴν τὴν λιθάργυρον, καὶ λείου αὐτὴν μετὰ φύλλων δάφνης, καὶ κιμωλίας, καὶ μέλιτος, καὶ σανδαράχης λευκῆς, καὶ ποίησον γλοιῶδες. Χρίσον τοῦ φαρμάκου τὸ ἥμισυ, καὶ ὑπόκαιε ὡς ἔθος. Κατάβαπτε εἰς τὸ τοῦ φαρμάκου λείψανον, ἀναλύσας ὕδατος σποδοῦ λευκίνων ξύλων· τὰ γὰρ ἀνούσια μίγματα καλῶς ἐνεργοῦσιν χωρὶς πυρός. Ποίει αὐτὰ τοῖς ζωμοῖς πυρίμαχα. ῾Η γὰρ φύσις τὴν φύσιν νικᾷ. Λαβὼν τῆν προγεγραμμένην νεφέλην, συλλείου αὐτῇ στυπτηρίαν καὶ μίσυ· ὄξει τε περιπλύνας, βάλε αὐτῇ καὶ ὀλίγην λευκὴν καδμίαν, ἢ μαγνησίαν, ἢ ἄσβεστον, ἴνα γένηται σῶμα ἀπὸ σώματος Τρίψον σὺν μέλιτι λευκοτάτῳ· ποίει ζωμὸν, εἰς ὃν πύρου καταβάπτων ὃ βούλει· ἔασον κάτω, καὶ γενήσεται. ᾿Εχέτω δὲ τὸ σύνθεμα, καὶ ὀλίγον ἄπυρον θεῖον, ἵνα διαδύνῃ τὸ φάρμακον ἐντός. ῾Η <γὰρ> φύσις τὴν φύσιν κρατεῖ. Δέξαι ἀρσενίκου α, καὶ νίτρου τὸ ἥμισυ, καὶ φλοιοῦ φύλλων περσεῶν ἁπαλῶν β, καὶ ἅλατος ἥμισυ καὶ συκαμίνου χυλὸν α, σχιστῆς τὸ ἴσον. Λείου ὁμοῦ ἐν ὄξει, ἢ οὔρῳ, ἢ ἀσβέστῳ στακτῇ, ἕως γένηται ζωμός· εἰς τοῦτον τὰ ἔνσκια πυρὶ κατάβαπτε πέταλα, καὶ ἀποσκιώσεις. ῾Η <γὰρ> φύσις τὴν φύσιν κρατεῖ. ᾿Απέχετε πάντα τὰ χρυσῷ καὶ ἀργύρῳ χρήσιμα. Οὐδὲν ὑπολείπεται, οὐδὲν ὑστερεῖ, πλὴν τῆς νεφέλης καὶ τοῦ ὕδατος ἡ ἄρσις, ἀλλὰ ταῦτα ἑκῶν παρεσιώπησα διὰ τὸ ἀφθόνως αὐτὰ ἐγκεῖσθαι καὶ ἐν ταῖς ἄλλαις μου γραφαῖς. ῎Ερρωσθε ἐν ταύτῃ τῇ γραφῇ.
Demócrito, Cuestones Naturales y MisterIosas. Poned en una libra de púrpura, un peso de dos oboles de escorias de hierro maceradas en siete dracmas de orina, poned sobre el fuego hasta ebullición. Después, sacando la decocción del fuego, poned el conjunto en un vaso. Retirando previamente la púrpura, verted la decocción sobre la púrpura y dejad templar una noche y un día. Después, tomando cuatro libras de liquen marino, verted agua de modo que queden cuatro dedos de agua sobre el liquen, y mantened (la mezcla de este estado) hasta que se espese; filtrad entonces, haced calentar y vertedlo sobre la lana dispuesta de antemano. Prensad lo que sea demasiado blando, de modo que el jugo penetre la lana a fondo; después dejad dos noches y dos días. Tomadlo después y hacedlo secar a la sombra; decantad el jugo. Tomad después el mismo jugo y, en dos libras del mismo, poned agua, de modo que se reproduzca la primera proporción. Guardad (la mezcla en este estado) hasta que se espese; después, habiéndola filtrado, poned lana, como antes, y dejadlo una noche y un día. Tomadlo a continuación y aclarad en orina, secando después a la sombra. Tomad orcaneta, triturad, poned cuatro libras de acedera y haced hervir con orina, hasta que la acedera esté disuelta; habiendo filtrado el agua, poned la orcaneta, haced cocer hasta el espesamiento y, habiéndola filtrado, poned la lana. Lavad a continuación con orina, y después con agua. Haced secar igualmente a la sombra. Exponed a los vapores de algas marinas la lana templada en la orina, durante 2 días. He aquí lo que entra en la composición de la púrpura: el alga llamada falsa púrpura, el coccus, el color marino, la orcaneta de Laodicea, el cremnos, la granza de Italia, el phillanthion de occidente, el gusano de púrpura, extraído de..., la rosa de Italia. Estos colores han sido apreciados entre todos por nuestros predecesores. Los que no dan tintura fija son de valor nulo. Tales son la cochinilla de Galatia, el color de Acacia, que se llama lacha, el de Siria que se llama rhizion, la cocha y la doble concha de Libia, la concha de Egipto de la región marítima, que se llama pinna, la planta llamada isatis, y el color de la Siria superior que se llama murex. Estos colores no son sólidos ni apreciados entre nosotros, excepto el de isatis . Habiendo recogido estas nociones de nuestro maestro antes citado, y conociendo la diversidad de la materia, nos hemos esforzado en hacer concordar las naturalezas. Pero, habiendo muerto nuestro maestro antes de que estuviéramos iniciados, y en un tiempo en que aún nops ocupábamos del conocimiento de la materia, se nos dijo que había que ensayar de evocarla del Hades.Y yo me esforcé en alcanzar esta meta, invocándola directamente por estas palabras: ¿Por qué dones tú recompensas lo que yo he hecho por ti? Después de estas palabras guardé silencio, como la invocase diversas veces, pidiéndole cómo podría hacer concordar las naturalezas, me dijo que le era difícil de hablar sin el permiso del Demonio (genio). Y pronunció solamente estas palabras: “Los libros están en el Templo”. De regreso al Templo, me puse a investigar si podía entrar en posesión de estos libros; pues él no me había hablado de su antiguo dueño, que había muerto sin hacer disposiciones testamentarias. Éste había, según se dice, tomado un veneno a fin de separar su alma de su cuerpo, o bien, según dice su hijo, había tragado el veneno por error. Antes de su muerte, pretendía mostrar los libros solamente a su hijo en cuanto éste hubiera superado la primera edad. Ninguno de nosotros sabía nada de estos libros. Puesto que después de realizar algunas investigaciones no encontramos nada, nos dimos un gran trabajo (en saber) cómo se unían y se confundían las sustancias y las naturalezas. Pero cuando hubimos operado las composiciones de la materia, al llegar el día de una ceremonia en el Templo hicimos un festín en común. Entonces, mientras estábamos en la nave, de golpe se abrió cierta columna, pero no vimos nada en su interior. Ni él ni nadie nos había dicho que los libros de su padre hubieran sido depositados en su interior. Avanzando, nos condujo hacia la columna y inclinándonos vimos con sorpresa que nada nos había escapado excepto esta fórmula preciosa que encontramos allí: “La naturaleza disfruta de la naturaleza; la naturaleza triunfa de la naturaleza; la naturaleza domina la naturaleza”. Nos sorprendimos mucho de que hubiera reunido en tan pocas palabras todos sus escritos. “Voy yo también a aportar en Egipto el tratado sobre las (cuestiones) naturales, a fin de que os elevéis por encima de la curiosidad de los vulgares y de la materia confusa”. Tomando mercurio, fijadlo con el cuerpo metálico de la magnesia, o el cuerpo metálico del antimonio de Italia, o con azufre infusible, o con selenita, o con piedra calcárea cocida, o con el alumbre de Milo, o con el arsénico, o como lo entendáis vosotros. Poned la tierra blanca (así preparada) sobre cobre y tendréis cobre sin sombra . Añadid plata amarilla y tendréis oro; con el oro (el resultado) será crisocoral reducido en cuerpo (metálico). El mismo efecto se obtiene con arsénico amarillo y sandaraca tratada convenientemente, así como con el cinabrio totalmente transformado. El mercurio sólo produce el cobre sin sombra. La naturaleza triunfa de la naturaleza . Tratad la pirita de plata, que se llama también siderita, según el uso, de modo que se vuelva fluida. Se la volverá fluida por medio del litargirio gris, o blanco, o por medio del antimonio de Italia. Después salpicad con plomo (no digo simplemente con plomo, para que no cometáis error, sino con plomo de Coptos) y con nuestro litargirio negro, o como lo veáis oportuno. Haced calentar, después poned en la materia de amarillo artificial y teñid . La naturaleza disfruta de la naturaleza. Tratad la pirita hasta que se vuelva incombustible, después de perder su color negro. Tratadla con salmuera, o con orina no corrompida, o con agua de Marte, o con oximiel, o como queráis, y haced cocer hasta que se vuelva parecida a las pepitas de oro que no han padecido la acción del fuego. Realizado esto, mezcladle azufre infusible, o alumbre amarillo, o ocre ático, o lo que os convenga. Después añadid plata, para obtener oro; o bien oro para tener concha de oro. La naturaleza domina a la naturaleza . Fabricación de oro amarillo. -Tomando claudianos, volvedlo brillante y tratadlo según la costumbre, hasta que se vuelva amarillo. Por consecuente amarilleadlo (por amarillear no me refiero a la piedra, sino a la parte útil de la piedra) . Amarilleareis con el alumbre descompuesto, con el azufre, o con el arsénico, o con la sandaraca, o con la calcárea, o con lo que queráis. Y si unís este compuesto a la plata, obtendréis oro; si lo unís al oro, obtendréis concha de oro . La naturaleza victoriosa domina a la naturaleza. Volved al cinabrio blanco por medio del aceite, o del vinagre, o de la miel, o de la salmuera, o del alumbre ; después amarillo por medio del misy o del sory, o de la caparrosa, o del azufre infusible, o como lo entendáis. Echad (la mezcla) sobre plata y obtendréis oro, si habéis operado la tintura en vistas al oro; o electrum, si habéis operado sobre cobre . La naturaleza disfruta de la naturaleza. Haced blanquear según la costumbre el cadmio de Chipre, hablo de aquel que ha sido afinado. A continuación hacedlo amarillear; lo amarilleareis con bilis de buey, o con terebintina, o con aceite de ricino, o con rábano, o con yemas de huevo, pudiendo todas las sustancias amarillearlo; después echad la mezcla sobre el oro. El oro se obtendrá por medio del oro, y del licor de oro. La naturaleza triunfa de la naturaleza . Tratad el androdamas con vino áspero al gusto, o agua de mar, o orina o salmuera, pudiendo todas las sustancias extender su fuerza natural. Diluid con el antimonio de Calcedonia, y tratad de nuevo con el agua de mar, o salmuera pura, o mezcla de vinagre. Lavad hasta que el color negro del antimonio haya desaparecido . Haced asar o cocer hasta que la materia haya amarilleado ; después haced hervir agua de azufre nativo . Echad sobre la plata y, cuando habréis puesto azufre infusible, obtendréis licor de oro . La naturaleza domina a la naturaleza. Tomando tierra blanca, entiendo aquella que se extrae de la cerusa, y escorias de plata, o antimonio de Italia; después magnesia o también litargirio blanco, haced blanquear. Haced blanquear (esta tierra) con agua de mar o salmuera suavizada, o agua del cielo: quiero decir exponiéndola al rocío y al sol, de modo que (esta tierra) reducida a polvo se vuelva blanca como la cerusa. Haced fundir y poned flor de cobre y herrumbre raspada (hablo de la que ha sufrido el tratamiento); o bien cobre quemado muy alterado, o calcita; y echadle azul hasta que la materia se vuelva sólida y compacta, efecto que será fácilmente obtenido. Lo que se obtiene así es el molibdocalco, aseguraros de que el producto es de un tinte claro: si no es así no culpéis al cobre, sino a vosotros mismos, vosotros que no habréis hecho una buena operación. Preparad pues un metal de tinte claro, divididlo y añadid las sustancias capaces de amarillearlo; coced hasta que el color amarillo se obtenga. Añadidlo a toda especie de cuerpos metálicos; pues el cobre de tinte claro, vuelto amarillo, tiñe toda especie de cuerpos . La naturaleza triunfa de la naturaleza. Diluid con azufre infusible algo de sory y caparrosa. El sory es una materia azulada, rugosa, que se encuentra siempre en el misy: se le llama caparrosa verde . Hacedlo cocer sobre un fuego moderado durante tres días hasta que se vuelva amarillo . Echadlo sobre el cobre, o sobre la plata fabricada por nosotros y obtendréis oro . Introducid en vinagre el metal reducido a hojas, o en caparrosa, misy, alumbra, sal de Capadocia, natrón rojo, o en lo que queráis, durante tres o cinco o seis días, hasta que se forme roín, después teñid . La caparrosa hace oro con el roín. La naturaleza disfruta de la naturaleza. Mezcla para la tintura. Tratad la crisocola de Macedonia, que se parece a la herrumbre de cobre, disolviendo (la) en la orina de ternera, hasta que sea transformada. Pues la naturaleza está escondida en el interior (de las sustancias). Cuando la crisocola se habrá transformado, sumergirla en aceite de ricino, haciéndola pasar por el fuego varias veces y tiñendo. A continuación poned cuero con alumbre, después de haber previamente disuelto con misy, o con azufre infusible; amarillead y teñid todo el metal en oro . ¡Oh naturalezas productoras de las naturalezas, oh naturalezas majestuosas que triunfáis de las naturalezas por las transformaciones, oh naturalezas que encantáis a las naturalezas de una forma sobrenatural! Tales son pues las cosas que conciernen a la gran naturaleza. No hay otras naturalezas superiores a estas, en las tinturas; no las hay de iguales, ni de inferiores. Todas estas cosas son efectuadas por medio de la disolución. Oh hermanos míos en la profecía, yo sé que no habéis estado inclinados a la incredulidad, sino a la admiración; pues vosotros conocéis el poder de la m (materia). Mientras que los jóvenes están turbados y no ponen la fe a lo que está escrito, porque están dominados por su ignorancia de la materia; sin saber que los hijos de los médicos, cuando quieren preparar un medicamento propio para curar, no se ponen a hacerlo con un impulso desconsiderado; sino que ensayan previamente qué sustancia es fría o húmeda, y qué condición debe de estar para favorecer una mezcla media. Y es de este modo que preparan el medicamento que destinan a la curación. Pero estos que se proponen preparar la cura del alma y la liberación de toda pena, no se aperciben que se verán embarazados procediendo por un impulso desnudo de discernimiento y de razón. En efecto, creyendo que tenemos discursos fabulosos y no simbólicos, no hacen ninguna prueba de las especies: a modo de ver por ejemplo si tal especie es buena para limpiar, tal otra es accesoria, tal es buena para teñir, tal para producir la combinación completa; si tal conviene para dar brillantez, mientras que tal otra es a evitar en relación a la brillantez. Ellos no buscan si tal sustancia volverá a salir del fondo (de la materia teñida); si tal otra resistirá al fuego. Así, por ejemplo, cómo la sal limpia la superficie del cobre e incluso sus partes internas; y de que modo oxida las partes externas del crisocalco y las limpia, y como blanquea las partes internas; cómo es eliminado en la superficie y cómo lo será de las partes internas. Si los jóvenes hubieran ejercido en estas materias, no se encallarían en las preparaciones emprendidas precipitadamente. Pues no saben que una sola especie transforma hasta diez especies de naturalezas contrarias.En efecto, una gota de aceite es suficiente para hacer desaparecer una gran cantidad de púrpura, y un poco de azufre puede quemar muchas especies. He aquí lo que teníamos que decir sobre las sustancias secas, y como hay que prestar atención a lo que se escribe. Ahora hablemos de licores. Tomando ruibarbo póntico, trituradlo en vino amineano de sabor áspero. Llevad a consistencia cérea, extended sobre la hoja de plata a fin de producir el oro . Dadle el espesor de una uña y serviros de un lecho aún más delgado de la preparación; colocadla en un vaso nuevo, cerrado por todas partes; haced cocer suavemente hasta la penetración al centro de la hoja. Después poned la hoja metálica en el resto de la preparación. Desleír en el vino prescrito para este uso, hasta que el licor se espese. Introducidle enseguida la hoja, antes de que se haya enfriado. Dejad que se haga la imbibición. Después tomando (la hoja), fundid y encontrareis oro. Si el ruibarbo es viejo, mezcladle una parte igual de caledonia, que habréis previamente macerado según el uso; en efecto, la caledonia tiene afinidad por el ruibarbo. La naturaleza disfruta de la naturaleza. Tomad azafrán de Cilicia ; desleíd las flores del azafrán en el jugo de la viña prescrito para este uso y haced un licor, del modo ordinario. Templad en él la plata en hojas hasta que el color os plazca. Y si es una hoja de cobre, será mejor esto: purificad el cobre previamente, según el uso. Después tomando de la planta aristoloquia, dos partes, azafrán y celidonia, una dosis doble: llevadlo a consistencia de cera y después de haber impregnado la hoja, trabajad según la primera explicación: os sorprenderéis del resultado. En efecto, el azafrán del Cilicia tiene la misma acción que el mercurio; así como la casia tiene la misma acción que la canela. La naturaleza triunfa de la naturaleza. Tomando nuestro plomo vuelto poco fusible, por medio de la tierra de Chio, de la piedra de Paros y del alumbre, hazlo fundir sobre un fuego de paja y proyéctalo sobre la pirita. Tomad (por otra parte) el azafrán, el cartamo, la flor de oechomeno, la celidonia, el marc de azafrán y la aristoloquia; disolvedlos en vinagre muy fuerte y haced un licor, según la costumbre; después dejad que el plomo se imbiba en el ruibarbo, y encontrareis oro. Que la composición contenga también un poco de azufre. La naturaleza domina a la naturaleza. Esta receta de la Crisopeya, cumplida por operaciones naturales, es la que Pamenés enseñó a los sacerdotes de Egipto. Visto lo visto, no os sorprendáis si una sola especie cumple un tal misterioso ¿No sabéis que la multiplicidad de las preparaciones, incluso con mucho tiempo y trabajo, no suelda la factura del hierro; mientras que el excremento humano lo consigue enseguida? En las enfermedades que exigen el empleo de cáusticos, la multiplicidad de los remedios no sirve para nada, mientras que la cal viva sola, preparada convenientemente, cura la enfermedad. A menudo, la variedad de tratamientos en la oftalmia tiene por efecto el producir un mal, mientras que el cambrón espinoso es una planta que consigue el éxito en toda afección de este género. Es pues necesario despreciar este conjunto de materias vanas e intempestivas y servirse de las únicas sustancias naturales (convenientes). Ahora juzgad después de esto si alguien puede realizar la obra sin las naturalezas expuestas antes. Pero si nada puede hacerse sin ellas, ¿por qué apreciamos esta fantasía de materias diversas? ¿por qué, en nosotros, este concurso de numerosas especies tendentes al mismo resultado, dándose el caso de que una sola naturaleza triunfa de todo? Veamos la composición de las especies, con vistas a la Argiopea. FABRICACIÓN DEL ASEM.
Fijad, según la costumbre, el mercurio
extraído del arsénico o de la sandáraca, o preparado como vosotros
entendáis; proyectad (lo) sobre el cobre y el hierro tratado por el
azufre, y el metal se volverá blanco . Tomando el vapor descrito anteriormente, hacedlo cocer en aceite de ricino, o de rábano, añadiéndole un poco de alumbre. Después, tomando estaño, purificad con azufre según costumbre, o con pirita, o como lo entendáis. Incorporad con el vapor (mercurial) y haced la mezcla. Poned cuero sobre una llama envolvente, y encontrareis un producto análogo a la cerusa. Esta preparación blanquea todo tipo de cuerpos (metálicos). Mezcladle en las proyecciones la tierra de Chio, o asterita, o selenita, o lo que queráis; pues la selenita mezclada la mercurio blanquea todo tipo de cuerpos. La naturaleza triunfa sobre la naturaleza. Magnesia blanca: blanqueadla con salmuera y alumbre laminar, en agua de mar; o en un jugo natural, hablo de jugo de limón; o bien en el vapor de azufre. Pues el humo de azufre, al ser blanco, lo blanquea todo. Algunos dicen también que el humo de las cobatias blanquea (la magnesia?). Mezcladle después del blanqueamiento una cantidad igual de lía, a fin de que se vuelva muy blanca. Después de tomar 4 onzas de cobre blancuzco, me refiero al oricalco, fundidlo y mezcladle poco a poco 1 onza de estaño, previamente purificado, agitando por abajo (el crisol) con la mano, hasta que las sustancias se casen. Proyectad así la mitad de la preparación blanca, y esta será la primera (operación); pues la magnesia blanqueada no vuelve los cuerpos metálicos frágiles, y no empaña el brillo del cobre. La naturaleza domina a la naturaleza. Tomando azufre blanco, blanqueadlo diluyéndolo al sol, con orina, o con alumbre y salmuera de sal. El azufre nativo es con mucho el más blanco.. Desleídlo con la sandáraca o la orina de ternera, durante 6 días, hasta que la preparación se vuelva parecida al mármol. Cuando así sea, habrá un gran misterio; pues blanquea al cobre, reblandece el hierro, vuelve el estaño compacto , y el plomo poco fusible, vuelve sólidas las sustancias metálicas sulfurosas, porque ellas tienen una gran afinidad por él. Las naturalezas encantan a las naturalezas.
Triturad el litargirio de blanquear con
azufre, o cadmio, o arsénico, o pirita, o oximel , a fin de que no sea
fluido. Haced cocer sobre un fuego muy claro, después de haber
consolidado el vaso. Tened la composición en tal estado añadiéndole
calcáreo cocido, imbibidlo de vinagre, durante tres días, a fin de que
se vuelva propio a decapar. Proyectad pues (sobre el metal) la
preparación vuelta más blanca que la cerusa. Se vuelve a menudo amarilla
si el fuego ha sido excesivo; si se vuelve amarilla, entonces ya no os
es útil, pues se trata de blanquear los cuerpos metálicos. Hacedla pues
cocer convenientemente y echadla sobre todo cuerpo metálico destinado a
ser blanqueado. Si el litargirio pierde su fluidez, no puede
reconvertirse ya más en plomo. Esto llega fácilmente, pues fácilmente la
naturaleza del plomo se transforma en muchas otras. Las naturalezas
triunfan sobre las naturalezas. Tomad litargirio blanco y trituradlo con hojas de laurel, de la tierra Cimoliana, miel y sandáraca blanca, y haced una mezcla viscosa. Embadurnad el metal con la mitad de la preparación, y después poned al fuego como de costumbre. Templad en el resto de la preparación, después de haber desleído con agua y cenizas de madera de álamo; pues las mezclas sin sustancia propia operan bien sin fuego. Se vuelven así las tinturas capaces de resistir al calor, incluso si se ayuda con líquidos. La naturaleza triunfa sobre la naturaleza.
Tomando el vapor sublimado antes descrito,
triturad con alumbre y misy, y después de haber imbibido con vinagre,
añadidle un poco de cadmio blanco, o de magnesia, o de cal viva, a fin
de que de un cuerpo metálico se forme otro. Triturad con miel muy
blanca, haced un licor, en el cual teñiréis en caliente todo lo que
queráis; dejad reposar y la transformación se cumplirá. Añadid a la
composición un poco de azufre infusible, a fin de que la preparación
penetre al interior . La naturaleza domina a la naturaleza.
Descartad todas las cosas útiles al oro y
a la plata, y no queda nada; no hay nada más a exponer, excepto la
subida (evaporación) del vapor sublimado y del agua ; pero yo dejo a
propósito estas cosas en silencio, ya que figuran ampliamente en mis
demás escritos. Aprovechad el presente escrito . * ¿Quieres hacer un comentario a esta noticia? Envía un correo con tu comentario y el nombre de la noticia en el campo de “Asunto”. Comentarios (0)
Los Orígenes de la
Alquimia II: Fuentes. La fuente capital para conocer los orígenes de la alquimia es el códice Marcianus Graecus 299, cuya composición se fecha entre finales del siglo X y comienzos del XI, si bien el cuerpo principal de la compilación original debió ser reunida por un anónimo bizantino a caballo entre los siglos VII al VIII. Hoy se conserva en la Biblioteca Marciana de Venecia como una de sus joyas más preciadas.
Contiene la colección de tratados alquímicos más antiguos que se conocen. Se trata de obras en griego datables entre el final de la Antigüedad Clásica, el período tardoantiguo y el comienzo de la Alta Edad Media. Nos encontramos aquí con una literatura fascinante, muy poco tratada por los especialistas, y casi desconocida para los aficionados, pero cuya lectura resulta capital para entender el principio y el devenir histórico de la alquimia. Otras dos fuentes fundamentales son el manuscrito Parisinus graecus 2325 (s. XIII) y el Parisinus graecus 2327 (1478), custodiados ambos en la Bibliothèque nationale de France. Aunque se trata de compilaciones relativamente tardías, se trata de escritos extraordinariamente preciosos, porque presentan un conjunto de obras y un índice de títulos diferentes en varios aspectos al testimonio Marciano. Se conservan otros muchos manuscritos con copias más tardías de los primeros textos alquímicos en griego, pero dependen en su totalidad de las tres fuentes precedentes. El conjunto general fue inventariado en ocho volúmenes bajo el título de Catalogue des manuscrits alchimiques grecs (Maurice Lamertin, 1928-1932). El químico Marcelin Berthelot y el filólogo Charles Émile Ruelle hicieron una primera edición general griego-francés de estos textos, la famosa Collection des anciens alchimistes grecs (G. Steinheil, París). Se trata de tres tomos publicados entre 1887-1888 que hoy están accesibles en Internet:
Collection des anciens alchimistes grecs
I. No se incluye en esta colección una obra en nueve lecciones (gr. πράξεις) de Esteban de Alejandría (s. VII1) titulada Μεγαλης καί ίεσας τέχνης, más conocida entre la crítica histórica por su nombre latino: De magna et sacra arte. Su exclusión se debe a que ya había sido editada años antes por Julius Ludwig Ideler en su compendio Physici et medici Graeci minores II, Berlin. 1842. pp. 199-253. Tampoco aparecen cuatro poesías editadas por Günther Goldschmidt bajo el título de Heliodori carmina quattuor ad fidem codicis Casselani en la revista Religionsgeschichtliche Versuche und Vorarbeiten, 19(2), 1923, pp. 1-59. Son cuatro composiciones atribuidas a otros tantos autores: Heliodoro, Teofrasto, Hieroteo y Arquelao. Al margen de los manuscritos ya citados, y de sus respectivas ediciones, son documentos esenciales dos antiguos recetarios datados en la época del emperador Constantino (272-337 d.C): el Leyden Papyrus X y el Papyrus Graecus Holmiensis, que han sido objeto de una excelente edición crítica: R. Halleux, Les alchimistes grecs, I. Papyrus de Leyde. Papyrus de Stockholm. Fragments de recettes, Les Belles Letres, Paris, 1981. Su editor, Robert Halleux, considera que presentan evidentes conexiones tanto con la tradición puramente técnica como con la alquímica, por lo que se les debe considerar dos testimonios cruciales acerca de: “...el proceso mal conocido que conduce del artesanado a la alquimia”. Una última fuente importante a considerar son las versiones en siríaco de estos tratados griegos, que fueron publicadas por Marcelin Berthelot con la ayuda de Rubens Duval dentro de la colección La Chimie au Moyen Age: La Chimie au Moyen Age. Tome II. L'alchimie syriaque, comprenant une introduction et plusieurs traites d'alchimie syriaques et arabes d'apres les manuscrits du British Museum et de Cambridge. Text et traduction. Steinheil, Paris, 1893. Los documentos siríacos más significativos son las versiones de los textos alquímicos seudo-democriteos, varios tratados de Zósimo numerados según el alfabeto griego, el Libro de Esdras y unas cartas entre Pibichius, sacerdote egipcio, y Osrón el mago persa. * ¿Quieres hacer un comentario a esta noticia? Envía un correo con tu comentario y el nombre de la noticia en el campo de “Asunto”. Comentarios (0)
Los Orígenes de la
Alquimia I: Bibliografía básica. Todo este comentario sobre los primeros pasos de la crisopeya se debe a que estoy escribiendo un artículo dedicado a explicar los orígenes de la alquimia. Dicho tema ya fue tratado con gran extensión por Marcelin Berthelor en su Les origines de l’alchimie (1885), obra que le sirvió de presentación a su Collection des alchimistes grecs (1887-1888). Aunque el trabajo de Berthelot es un derroche de erudición, es bien sabido que se trata de un texto pionero, que deja muchas preguntas sin contestar y otras tantas por completar. La idea de redactar algo sencillo, directo y sobre todo actual sobre los orígenes de la alquimia me ha venido gracias a un fascinante libro de Marco Beretta titulado Alchemy of Glass. Counterfeit, Imitation, and Transmutation in Ancient Glassmaking (Science History Publications, 2009). Recomiendo su lectura vivamente.
Beretta considera que la preparación artificial de un vidrio idéntico al natural debió ser fundamental para afianzar las teorías transmutatiorias de los metales entre los primeros alquimistas. No en vano, el vidrio estaba clasificado en la Antigüedad entre los cuerpos metálicos. El mismo Beretta ya había perfilado esta teoría en un artículo anterior: M. Beretta, (2004), “Betwen Nature and Technology: Glass in Ancient chemical Philosophy”, en: Marco Beretta (ed.), When Glass Matters, Leo S. Olschki, Firenze, pp. 1-30. Ahora vuelve a presentarla con una argumentación mucho mas elaborada y mejor apoyada documentalmente. El libro se divide en cinco capítulos: -
Artificial and Natural Glass in Mesopotamia and Egypt. Viene acompañado de preciosas ilustraciones relacionadas con la manufactura del vidrio en la Antigüedad, como esmaltes, cristales soplados, fayenza, pasta de vidrio, e interesantísimas imitaciones de gemas y piedras preciosas. Tras terminar de leer a Beretta me han venido a la mente un montón de artículos, posteriores a Berthelot, que aportan nuevos datos sobre el origen de la alquimia. He aquí varios títulos básicos, por si alguien se anima a consultarlos: º H. Schäefer, Ägyptische Goldschmiedearbeiten (= Königliche Museen zu Berlin, Mitteilungen aus der ägyptischen Sammlung, 1). Berlin: K. Curtius, 1910. º R. Reitzenstein, “Zur Geschichte der Alchemie und des Mystizismus”, en: Nachrichten von der Königlichen Gesellschaft der Wissenschaften zu Göttingen, Philologisch-historische Klasse, Berlín, 1919, pp.1-19. º I. Hammer Jensen, Die älteste Alchymie, Høst & Søn, København, 1921. º Günther Goldschmidt, “Heliodori carmina quattuor ad fidem codicis Casselani”, Religionsgeschichtliche Versuche und Vorarbeiten, 19(2), 1923, pp. 1-59. º R. Reitzenstein, “Alchemistische Lehrschriften und Märchen bei den Arabern”, Religionsgeschichtliche Versuche und Vorarbeiten, 19(2), 1923, pp. 61-86. º Pierre Brunet, “L'enseignement donné par le philosophe Comarios à la sage Cléopâtre (en collab. avec Aldo Mieli)”, Archeion, XVI, 1 (1934), pp. 18-23. º J. Bidez & F. Cumont, Les Mages hellénisés. Zoroastre, Ostanès et Hystaspe d'après la tradition grecque, Les Belles Letres, Paris, 1938. º A. Rehm, “Zur Überlieferung der griechischen Alchemisten”, ByzZ, XXXIX (1939), pp. 394-434. º A.J. Festugière, La révélation d’Hermès Trismégiste, I, Les Belles Letres, Paris, 1944. º R.J. Forbes, Studies in Ancient Technology, IV, Brill, Leiden, 1955. º François Daumas, “La valeur de l'or dans la pensée égyptienne”, Revue de l'histoire des religions, 149, 1 (1956), pp. 1-17. º Jack Lindsay, The Origins of Alchemy in Graeco-Roman Egypt, Muller, London, 1970. º Robert Halleux, Le problème des métaux dans la science antique, Les Belles Letres, París, 1974. º François Daumas, “Le problème de la monnaie dans l'Égypte antique avant Alexandre”, Antiquité, 89, 2 (1977), pp. 425-442. º R. Halleux, Les alchimistes grecs, I. Papyrus de Leyde. Papyrus de Stockholm. Fragments de recettes, Les Belles Letres, Paris, 1981. º François Daumas, “L'alchimie a-t-elle une origine égyptienne?”, Das römisch-byzantinische ägypten, Mayence, (1983), pp. 109-118 º L. Garenne-Marot, “Le Cuivre en Egypte pharaonique : sources et métallurgie”, Paléorient, 10, 1 (1984), pp. 97-126. º J.P. Hershbell, “Democritus and the Beginnings of Greek Alchemy”, Ambix, XXXIV (1987), pp. 5-20. º Michèle Mertens, “Une scène d'initiation alchimique : la Lettre d'Isis à Horus”, Revue de l'histoire des religions, 205, 1 (1988), pp. 3-23. º Philippe Derchain, “L'Atelier des Orfevres à Dendara et les origines de l'Alchimie”. Chronique d'Égypte 65 (1990), 219-242. º S. Aufrère, L'univers minéral dans la pensée égyptienne, 2 vol., IFAO, Le Caire, 1991. º Marc Philonenko, “Un esprit ténébreux et puant (Alchimistes grecs 296, 13)”, Comptes-rendus des séances de l'Académie des inscriptions et belles-lettres, vol. 136-3, (1992), pp. 651-662. º Jean Letrouit, “Chronologie des alchimistes grecs”, en D. Kahn & S. Matton (eds.) Alchimie: art, histoire et mythes, Arche, Paris, 1995, pp. 11-93. º Cristina Viano, “Olympiodore l'Alchimiste et les présocratiques : une doxographie de l'unité (De arte sacra, § 18-27)”, en : D. Kahn et S. Matton (ed.), Alchimie. Art, histoire et mythes, Arche, Paris, 1995, pp. 95-136. º Michèle Mertens, Les alchimistes grecs, IV. Zosime de Panopolis. Mémoires authentiques, Les Belles Letres, Paris, 1995. º Ezio Albrile, “La Signora dei sogni: origini e visioni dell´alchimia ellenistica”, Archævs, 9 (2005), pp. 57-80. º Cristina Viano, La matière des choses. Le livre IV des Météorologiques d'Aristote, et son interprétation par Olympiodore, suivi d’une traduction de son Commentaire du Livre IV, Vrin, Paris, 2006. º Matteo Martelli, Zosimo di Panopoli e Sinesio : due commentatori dell’opera alchemica pseudo-democritea, tesis doctoral inédita, Università di Bologna, 2006. º Fabienne Burkhalter, Comptes et monnaies en Egypte ptolémaïque d’après les papyrus, tesis doctoral inédita, Université Paris-Sorbonne (Paris IV), 2007. Mi comentario sobre este asunto en el cuaderno de notas se va a dividir en seis partes: - Los Orígenes de la
Alquimia I: Bibliografía básica. Voy con ello y doy por terminada la primera parte. * ¿Quieres hacer un comentario a esta noticia? Envía un correo con tu comentario y el nombre de la noticia en el campo de “Asunto”. Comentarios (0)
Pregunta junguiana de
un lector y respuesta. Repasando y limpiando archivos del PC me he encontrado con esta serie pregunta-respuesta de hace un tiempo, que coloco aquí por si pudiera interesar a alguien. Pregunta: El motivo de la presente misiva está relación con su interesante estudio “Examen de una amalgama problemática: Psicología Analítica y Alquimia”, el cual he leído –aunque sea con seis años de retraso– con gran atención por su gran erudición. En primer lugar quisiera felicitarle dicho artículo, pues hacía falta en nuestro idioma un estudio crítico sobre la cuestión que expone. Como no soy científico ni tengo preparación académica, solo un mero aficionado, no puedo entrar a valorar ciertas cuestiones que expone, pero como estoy interesado tanto en la “Imaginación Activa” como en la “Alquimia”, si me permite quisiera exponerle que en relación con la teoría de la sincronicidad, la mecánica cuántica de Pauli –que Jung expone en sus diferentes libros– podría explicarla. Según tengo entendido, el hecho de observar las partículas subatómicas cambia su comportamiento, y en ese momento se forma una nueva realidad, es decir, que Pauli descubrió que cuando se asomó a ese microuniverso el giro de las partículas subatómicas cambiaron con su mera observación, esto es, con el pensamiento consciente. Si esto es así, habría que revisar muchas cuestiones que damos por supuestas en esta realidad que todos compartimos. Dándole las gracias por anticipado y rogándole disculpe el tiempo que le hecho perder, se despide atentamente, quedando en espera de sus noticias, si así fuera posible C. B. S. Respuesta: Estimado amigo, mi artículo sobre Jung sólo intenta hacer una modesta réplica, lo más razonada posible, a las relaciones entre alquimia y psicología analítica. La idea de escribirlo surgió de un hecho contrastable, y es que en los últimos 20 años han ido apareciendo las primeras ediciones críticas de textos alquímicos, sin que ninguna confirme las teorías junguianas. Estos trabajos de crítica textual no son meras traducciones o comentarios, sino estudios completos de un tratado alquímico, analizando todas las copias impresas y manuscritas con el fin de localizar la versión más antigua o fiel al original, contextualizándola en su época, identificando al autor real (la mayoría de textos alquímicos suelen ser seudoepigráficos) y, una vez conocido el entorno del personaje u otras obras suyas: determinar sus fuentes, su doctrina y su repercusión en otros escritos posterires del mismo género. Estas ediciones críticas son muy difíciles de elaborar, porque un trabajo así requiere muchos años, sobre todo en tratados extensos. Por ejemplo, William Newman dedicó 13 años a preparar la edición crítica de la Summa Perfectionis del Géber latino. Michela Pereira dedicó 17 años a la edición crítica del Testamentum pseudo-Luliano. Pereira cotejó más de 65 manuscritos repartidos por todo el mundo, en siete idiomas diferentes, identifico seis grandes familias y determinó la rama más fiel a original. Finalmente publicó una doble versión latín-catalán en un tocho de 631 páginas al que no le sobra ni una coma. Pero aquí no acaba todo. En artículos sueltos editados en revistas académicas ha realizado el estudio de las fuentes del Testamentum, de sus teorías, de su relación con otros tratados coetáneos, su influencia posterior, etc. Así se han publicado, por ejemplo, los papiros alquímicos de Leiden y Estocolmo a cargo de Robert Halleux; las Memorias Auténticas de Zósimo de Panópolis a cargo de Michèle Mertens; el Alquimista Cristiano de Pierre Jean Fabre a cargo de Frank Greiner; el Opúsculo Excelentísimo de la Auténtica Filosofía Natural de los Metales de Denis Zecaire a cargo de Renan Crouvizier; la Sedacina de Guillem Sedacer a cargo de Pascale Barthélemy; el Auriloquio de Vincenzo Percolla a cargo de Carlo Alberto Anzuini; el Demosterion de Roch Le Baillif a cargo de Hervé Baudry; el Carro Triunfal del Antimonio de Basilio Valentino a cargo de Hans G. Lenz; el anónimo Splendor Solis a cargo de Jörg Völlnagel; el Libro de los Secretos de la Madre Alquimia de Constantino Pisano a cargo de Bárbara Obrist; el De Signaturis Interinis Rerum de Oswald Croll a cargo de Wilhelm Kühlmann; el Tratado sobre la Multiplicación de los Metales del pseudo-Tomás de Aquino a cargo de Joachim Telle, Dietlinde Goltz y Hans Vermeer; en fin, la lista alcanza ya más de sesenta títulos. Ninguno de ellos, y recalco bien que ninguno, confirma las teorías de Jung. El método de las ediciones críticas (que es el que se sigue al estudiar la historia de todas las ciencias, literatura, filosofía...) nos está enseñando que la alquimia es una práctica cuyos autores elaboran sus doctrinas a partir de modelos teóricos (sobre todo filosóficos) existentes en su época, es decir, no dependen de un inconsciente colectivo supracultural y marcado por símbolos universales e inmutables. Además, poniendo en común la crítica textual confeccionada de manera independiente en cada edición, se ve que las doctrinas alquímicas se modifican, se alteran, se desarrollan o incluso se contradicen de un autor a otro, tal y como sucede a lo largo de la historia de otras ciencias, como la medicina, la astronomía, física, etc. El método de Jung no conoce las ediciones críticas. Él selecciona de un mar de tratados los párrafos o frases puntuales que se atienen a su propia conveniencia, y pasa a hacer una interpretación libre en función de lo que el “intuye” que quieren decir “en conjunto”. Este tratamiento de los textos, que empieza por descontextualizalos de su autor, obra y época, tomándolos a retazos, en apuntes, frases sueltas o centrándose en pequeños fragmentos parabólicos, puede hacer que cualquiera llegue a la consulsión que se le antoje. Respecto al tema de la sincronicidad, usted dice: “...en relación con la teoría de la sincronicidad, la mecánica cuántica de Pauli –que Jung expone en sus diferentes libros– podría explicarla. Según tengo entendido, el hecho de observar las partículas subatómicas cambia su comportamiento, y en ese momento se forma una nueva realidad, es decir, que Pauli descubrió que cuando se asomó a ese microuniverso el giro de las partículas subatómicas cambiaron con su mera observación, esto es, con el pensamiento consciente”. Verá, lo que usted comenta no es una idea de Pauli, sino de Erwin Schrödinger. Este físico intentó explicar la intricación cuántica y la superposición de estados por medio de un problema paradójico: el llamado “Gato de Schrödinger”. En una caja cerrada y opaca se mete un gato, una botella de gas venenoso, un átomo radioactivo con un 50% de probabilidades de desintegrarse, y un dispositivo que, de desintegrarse la partícula, rompería la botella, produciendo la muerte del gato por envenenamiento. El destino del gato dependería de un único átomo que actuaría según la mecánica cuántica, por lo que todo el sistema estaría sometido a sus leyes. Mientras la caja está cerrada el observador tiene un gato vivo y muerto a la vez, porque no sabe lo que ha sucedido (esto se llama intricación cuántica a nivel subatómico). Sólo si abre la caja sabe si el átomo se ha desintegrado y el gato ha muerto, pero abriendo la caja interviene en el sistema y por tanto lo altera e influye en él. Ahora bien: 1º) Cuando se formuló el “Gato de Schrödinger”, se dejó bien claro que se trataba de un problema aplicable solamente a la mecánica cuántica, y que estos estados paradójicos o “intricaciones cuánticas” se limitan a la función de onda de unas pocas partículas subatómicas. Para toda materia supra-atómica, entre la que nos contamos los hombres y nuestro entorno físico inmediato, estas paradojas no son en absoluto aplicables. 2º) Pero supongamos que podemos aplicarlas... Para Jung la Sincronicidad es la coincidencia de dos ó más acontecimientos, no relacionados entre sí causalmente (desprecia la relación causa-efecto o acción-reacción), sino vinculados por el observador porque su contenido significativo es idéntico o semejante. Por ejemplo, pensar en un mirlo blanco y que aparezca un mirlo blanco volando por tu casa o, pensar en tu primo-tercero, al que hace 20 años que no ves, y que en ese momento te llame al móvil; pero.... ¿dónde está esto en el experimento de Schrödinger?. Lo que actúa sobre el gato es el átomo que hace que viva o muera, nada más. Para que fuera lo que Jung propone, usted tendría que pensar que el gato está muerto y que efectivamente lo estuviera al abrir la caja, así acertando todas las veces; de tal forma que para usted no existiría dilema gato vivo-gato muerto; o pensar que el gato va a estar bailando la polka y que, efectivamente, al abrir la caja el minino no sólo no haya muerto, o esté durmiendo, sino que esté bailando sin parar. Entonces sí habría una sincronicidad entre su mente y lo que pasa dentro de la caja. 3º) Pero supongamos (ya a mucho suponer) que existe una relación entre lo que la mente del obsevador anuncia y lo que sucede en la caja. Vamos... que suponemos que existe una sincronicidad de hechos entre la mente y el mundo sensible. Por ejemplo: Yo pensé que el gato iba a estar fumando en pipa cuando abriera la caja, y efectivamente lo estaba haciendo... ¿quién interpreta ese prodigioso suceso “sincronístico”?. ¿Qué guía debería seguirse para determinar el sentido de este hecho y el mensaje que quiere transmitirme?. La verdad es que ninguna... No hay ninguna pauta racional y sistemática, sólo el juicio subjetivo. Si el analista junguiano me dice que el suceso del gato fumador significa que debo dejar el tabaco, aunque yo no fume: ¿por qué sabe que significa eso? ¿Por qué no interpreta que debo fumar el pipa, como el gato?. En fin, todo el sistema de la sincronía, sinceramente, me parece que no tiene el menor fundamento racional, aunque es solo una opinión personal y cada cual es muy libre de pensar otra cosa. Cordialmente José. * ¿Quieres hacer un comentario a esta noticia? Envía un correo con tu comentario y el nombre de la noticia en el campo de “Asunto”. Comentarios (2)
* Comentario de
Luis Silva
|11.2.2010|:
Hola José
*
Comentario de
José
Rodríguez-Guerrero
|16.2.2010|:
Hola Luis, me
alegro mucho de saber de ti. Fue un placer conocerte en la conferencia y
sentí no poder charlar en los ratos libres, pero entre unas cosas y
otras tuve el tiempo justo.. ¡y eso que eran bastantes días! José Rodríguez
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Acerca de este weblog
Opus magnus es
el nombre que he elegido para encabezar un pequeño cuaderno de notas,
cuyos contenidos están relacionados con el día a día de mi afición a la
alquimia. Incluiré en él una serie de comentarios, redactados todos en
un tono informal, que no tendrían cabida, ni sentido, en un texto
académico. “Hay tres tipos de hombres que se ejercitan en el arte alquímico: el alquimista, el lauquimista y el lacrimista”. Anon. (s. XV) Archivo 2010 2009 2008 Mis Páginas Favoritas
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Alchemy Web Site Sobre el autor Una de mis grandes aficiones es el estudio de los textos alquímicos. En relación a este asunto, me encargo de editar la revista Azogue, y de formar una pequeña biblioteca que pueda servir a otras personas interesadas en la misma materia. Datos del autor (en inglés). |
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