- VV.AA, "La Alquimia en el Libro del Cabllero Zifar y en el Libro de los Exemplos", textos presentados y editados por José Rodríguez, «Azogue», nº 2, Junio - Diciembre 1999, URL: http://www.revistaazogue.com

 

LA ALQUIMIA EN EL LIBRO DEL CABALLERO ZIFAR Y EL LIBRO DE LOS EXEMPLOS

 

Durante el bajo medievo latino la alquimia se extendió por toda Europa con enorme rapidez haciéndose sumamente conocida en todos los niveles de la sociedad. Frente al hieratismo de los tratados alquímicos de la época la literatura popular recoje en diversas obras medievales anécdotas relativas a las andanzas del pillo alquimista que tiene un escaso dominio de su "Ars" y que se dedica a estafar al incauto que se deja caer en sus redes ansioso de riqueza. El ejemplo más típico de este tipo de narraciones es el cuento "The Canon's Yeoman's Tale" incluido en "The Canterbury Tales" del inglés Geoffrey Chaucer; no obstante las plumas españolas del siglo XIV también dejaron constancia de estos comportamientos en diversas obras de gran importancia. Recogemos aquí los capítulos "Del consejo que dio el infante Roboán al emperador de Trigida sobre un físico", incluido en el anónimo "Libro del Caballero Zifar" y el "Exemplo XX" de "El Conde Lucanor" escrito por el Infante de Castilla Don Juan Manuel.

José Rodríguez

 

Referencias bibliográficas:

- DON JUAN MANUEL, "El Conde Lucanor", Madrid, Editorial Castalia, 1991 Edición crítica de José M. Blecua.
- ANÓNIMO, "Libro del Caballero Zifar", Madrid, Ediciones Cátedra, 1983. Edición crítica de Cristina González.

Estudios de interés:

- JESÚS L. SERRANO REYES, "Didactismo y Moralismo en Geoffrey Chaucer y Don Juan Manuel: Un estudio Comparativo Textual", Córdoba, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Córdoba, 1996, PP. 252-273
- JESÚS L. SERRANO REYES, "Tres Análogos Españoles para un Cuento Inglés", en «Azogue», nº 1, Enero- Junio 1999, URL: http://www.revistaazogue.com

 


 

Libro del Caballero Zifar (Siglo XIV)

Del consejo que dio el infante Roboan al enperador de Trigrida sobre vn fisico

 

     Onde dize el cuento que este infante fue muy bien quisto del enperador de Triguiada, ca atan bien lo seruia en todas las cosas quel podia e tan lealmente, que lo fizo vno de sus conpañones. E quando se llegauan todos al enperador para le consejar, non auia ninguno que atan bien açertase el buen consejo dar commo el. Asy que vn dia vino vn fisico que era de tierra estraña al enperador. E preguntole el enperador sy era maestro liçençiado en fisica, e el dixo que sy, e mostrole ende sus cartas de commo era liçençiado, e que de todas las enfermedades del mundo guaresçia los omes con tres yeruas que el conosçia: la vna era para beuer, e la otra para fazer unguentos con ella, e la otra para fazer baños con ella. E mostrole commo con razon, e puso nonbres estraños a las yeruas, de guisa que los fisicos de casa del enperador non las conosçian, mas semejauales que fablaua en ello commo con razon. E el enperador le pregunto que do fallarian aquellas yeruas, e el dixoles que en la ribera de la mar escontra do se pone el sol. E el enperador demando consejo a sus fisicos e a todos los de su consejo, e ellos le consejaron que enbiase por aquellas yeruas. E llamo luego aquel fisico estraño e dixole que queria enbiar por las yeruas, e quel daria de su casa algunos que fuesen con el. E el fisico le respondio e dixol que non queria que fuese ninguno con el; que lo quel apresiera con grant trabajo en toda su vida, que non queria que aquellos que enbiase con el que lo apresiesen en vn ora; mas quel diese a el todo lo que ouiese mester, e treynta o çinquaenta camellos, e que los trayria cargados; ca mucho auia mester dello para fazer los baños señaladamente. E quando contaron quanto auia mester para dos años para yda e venida, fallaron que montaua dies mill marcos de plata.

Asy que los consejeros e los fisicos consejauan al enperador que lo feziese, ca non podria ser conprada esta fisica por auer. El enperador queria lo fazer, pero demando al infante Roboan quel dixiese lo quel semejaua. E el dixole que se non atreuia a lo consejar en esta razon. ca non queria que por su consejo le contesçiese lo que contesçio a vn rey moro sobre tal fecho commo este. «E commo fue?», dixo el enperador. Señor», dixo el infante, «yo vos lo dire».

Asy fue que vn rey moro auia vn alfajeme muy bueno e muy rico, e este alfajeme auia vn fijo que nunca quiso vsar del ofiçio de su padre, mas vso sienpre de caualleria, e era muy buen cauallero de armas. E quando murio su padre, dixole el rey que quisiese vsar del ofiçio de su padre, e quel feziese mucha merçed. E el dixole que bien sabie que nunca vsara de aquel ofiçio, e que sienpre vsara de caualleria, e que lo non sabia fazer asy commo conuenia; mas quel pedia por merçed que por non andar enuergoñado entre los caualleros quel conosçia, que sabian que era fijo de alfajeme, quel mandase dar su carta de ruego para otro rey su amigo, en que lo enbiase rogar quel feziese bien e merçed, e quel punaria en lo seruir quanto podiese. E el rey touo por bien de gela mandar dar, e mando a su chançeller que gela diese. E el cauallero tomo la carta e fuese para aquel rey amigo de su señor. E quando llego a el dixo saludes de parte de su señor el rey, e diole la carta quel enbiaua. E ante quel rey abriese la carta diole a entender quel plazia con el, e demandole sy era sano su señor. E dixole que sy. E preguntole si estaua bien con sus vezinos. E dixole que sy, e que mucho reçelado dellos. E demandole sy era rico, e dixole que todos los reys sus vezinos non eran tan ricos commo el solo, E estonçe abrio la carta el rey e leyola. E dezia en la carta que este cauallero que era fijo de vn alfajeme, e quel enbiaua a el para que lo siruiese, e quel feziese merçed, ca ome era quel sabria muy bien seruir en lo quel mandase. E el rey le pregunto que mester auia. E el cauallero quando lo oyo fue mucho espantado, ca entendio que en la carta dezia de commo era fijo de alfajeme. E estando pensando que repuesta le daria, preguntole el rey otra vegada que mester auia. E el cauallero le respondio: «Señor, pues atanto afincades e porque sodes amigo de mio señor, quiero vos dezir mi poridat. Sepades, señor, que el mi mester es fazer oro». «Çertas», dixo el rey, «fermoso mester es e cunple mucho a la caualleria, e plazeme mucho en la tu venida, e de Dios buena ventura al rey mio amigo que te aca enbio; e quiero que metas mano a la obra luego». «En el nonbre de Dios», dixo el cauallero, «quando tu quisieres».

E el rey mando dar posada luego al cauallero, e mando pensar del luego muy bien. E el cauallero en esa noche non pudo dormir, pensando en commo podria escapar del fecho. E de las doblas que traya calçino veynte, e fizolas poluos, e fue a vn espeçiero que estaua en cabo de la villa e dixole asy: «Amigo, quiero te fazer ganar, e ganare contigo.» «Plazeme», dixo el espeçiero. «Pues tomad estos poluos», dixo el cauallero, «e sy alguno te veniere a demandar sy tienes poluos de alexandrique, dy que poco tienpo ha que ouiste tres quintales dellos, mas mercadores venieron e te lo conpraron todo e lo leuaron, e que non sabes sy te finco algunt poco. E quando los catares, di que non te fincaron sy no estos pocos, e non lo des menos de dies doblas; e las çinco doblas daras a mi, e las otras çinco fincaran contigo». E el espeçiero tomo los poluos e guardolos muy bien, e el cauallero fuese a casa del rey, que auia ya enbiado por el. E el rey quando lo vio, mando a todos que dexasen la casa, e finco solo con aquel cauallero, e dixole asy: «Cauallero, en grant codiçia me has puesto, que non puedo folgar fasta que meta mano en esta obra.» «Çertas, señor», dixo el cauallero, «derecho fazes; ca quando rico fueres, todo lo que quisieres abredes, e reçelarvos han todos vuestros vezinos asy commo fazen a mi señor el rey, por el grant auer que tiene, quel yo fis desta guisa». «Pues que es lo que auemos mester», dixo el rey, «para esto fazer?» «Señor», dixo el cauallero, «manda algunos tus omes de poridat que vayan buscar por los mercaderos e por los espeçieros poluos de alexandrique, e conpralos todos quantos fallares; ca por lo que costare vna dobla fare dos, e sy para todo el año ouieremos abondo de los poluos, yo te fare con grant tesoro, que non lo abras do poner». «Par Dios, cauallero», dixo el rey, «buena fue la tu venida para mi, sy esto tu me fazes».

E enbio luego a su mayordomo e a otro ome de su poridat con el que fuese buscar estos poluos. E andudieron por toda la villa a buscar estos poluos e nunca fallaron ome que les dixiese que los conosçiese nin sabian que eran, e tornaronse para el rey e dixieronle que non fallauan recabdo ninguno destos poluos; ca dezian mercaderos e los espeçieros que nunca los vieran nin oyeran fablar dellos sy non agora. «Commo non!», dixo el cauallero. «Çertas tantos traen a la tierra de mio señor el rey, que dozientas azeymilas podria cargar dellos; mas creo que porque los non conosçedes non los sabedes demandar. Yre conbusco alla, e por auentura fallarlos hemos.» «Bien dize el cauallero», dixo el rey. «Ydvos luego para alla.» E ellos se fueron por todas las tiendas de los espeçieros preguntando por estos poluos, e non fallaron recabdo ninguno. E el cauallero demando al mayordomo del rey sy auia otras tiendas de espeçieros y açerca, que fuesen alla, que no podia ser que los non fallasen. «Çertas», dixo el mayordomo, «non ay otras tiendas en toda la villa, saluo ende tres que estan en el arraual». E fueron para alla, e en las primeras non fallaron recabdo ninguno; mas vno que estaua mas en cabo que todas, dixo que poco tienpo auia que leuaron mercaderos del tres quintales de tales poluos commo ellos dezian. E preguntaronle sy fincara alguna cosa ende, e el dixo que non sabia, e fizo commo que escrudiñaua sus arcas e sus sacos, e mostroles aquellos pocos de poluos quel auia dado el cauallero. E demandaronle que por quanto gelos daria, e el dixo que non menos de dies doblas. E el cauallero dixo que gelas diesen por ello, syquier por fazer la proeua, e dieronle dies doblas, e tomo los poluos el mayordomo e leuolos para el rey. E dixieronle commo non podieran auer mas de aquellos poluos, commoquier quel espeçiero les dixiera que poco tienpo, auia que vendiera tres quintales dellos. E el cauallero dixo al rey: «Señor, guarda tu estos poluos, e manda tomar plomo, pesso de veynte doblas, e fas traer carbon para lo fundir, e faga el tu mayordomo en commo le yo dire, e sey çierto que me fallara verdadero en lo que te dixe.» «Quieralo Dios», dixo el rey, «que asy sea!».

Otro dia en la mañaña vino el cauallero e mando que posiesen en vn cresuelo los poluos e el plomo, e que lo fundiesen, e mandoles lançar otros poluos desuso de la calçina, de los huesos, que desgasto el plomo e lo torno en fumo, e fincaron los poluos de las veynte doblas todo fundido. E quando lo sacaron, fallaron pesso de veynte doblas del mas fino oro e mas puro que podia ser. E el rey quando lo vio, fue muy ledo e touo quel auia fecho Dios mucha merçed con la venida de aquel cauallero, e demandole commo podia auer mas de aquellos poluos para fazer mas obra. «Señor», dixo el cauallero, «manda enbiar a la tierra de mio señor el rey, que y podran auer syquiera çient azeymilas cargadas». «Çertas», dixo el rey, «non quiero que otro vaya sy non tu, que pues el rey mio amigo fiaua de ti, yo quiero fiar de ti otrosy». E mandole dar dies camellos cargados de plata, de que conprase aquellos poluos. E el cauallero tomo su auer e fuese, con entençion de non tornar mas nin de se poner en lugar do el rey le podiese enpesçer; ca non era cosa aquello quel rey queria que feziese, en quel podiese dar recabdo en ninguna manera.

Este rey moro era tan justiçiero en la su tierra, que todas las mas noches andaua con dies o con veynte por la villa a oyr que dezian e que fazian cada vno. Asy que vna noche estauan vna pieça de moros mançebos en vna casa comiendo e beuiendo a grant solas, e el rey estando a la puerta de parte de fuera escuchando lo que dezian. E començo vn moro a dezir: «Diga agora cada vno qual es el mas nesçio desta villa.» E cada vno nonbro el suyo. E dixo luego aquel moro mançebo: «Pues el mas nesçio de aquesta villa que yo se, es el rey.» Quando el rey lo oyo fue mucho yrado, e mando a los sus omes que los prendiesen e que los guardasen ay fasta otro dia en la mañaña, que gelas leuasen. E porende dizen que quien mucho escucha de su daño oye. E ellos començaron a quebrantar las puertas, e los de dentro demandaron que quien eran. Ellos les dixieron que eran omes del rey. E aquel moro mançebo dixo a los otros: «Amigos, descubiertos somos, ca çiertamente el rey ha oydo lo que nos dixiemos; ca el suele andar por la villa escuchando lo que dizen del. E sy el rey vos feziere algunas preguntas, non le respondades ninguna cosa, mas dexatme a mi, ca yo le respondere.»

Otro dia en la mañaña leuaronlos antel rey presos, e el rey con grant saña començoles a dezir: «Canes, fijos de canes, que ouistes comigo en dezir que yo era el mas nesçio de la villa? Quiero saber qual fue de vos el que lo dixo.» «Çertas», dixo aquel moro mançebo, «yo lo dixe». «Tu?», dixo el rey: «dyme por que cuydas que yo so el mas nesçio». «Yo te lo dire», dixo el moro. «Señor, sy alguno pierde o le furtan alguna cosa de lo suyo por mala guarda, o dize alguna palabra errada, nesçio es porque non guarda lo suyo, nin se guarda en su dezir; mas avn non es tan nesçio commo aquel que da lo suyo do non deue, lo que quiere perder a sabiendas asy commo tu feziste. Señor, tu sabes que vn cauallero estraño vino a ti, e porque te dixo que te faria oro de plomo, lo que non puede ser por ninguna manera, distele dies camellos cargados de plata con que conprase los poluos para fazer oro. E crey çiertamente que nunca le veras mas ante ty, e sy as perdido quantol diste, e fue grant mengua de entendimiento.» «E sy veniere?», dixo el rey. «Çerto so, señor», dixo el moro, «que non verna por ninguna manera». «Pero sy veniere?», dixo el rey. «Señor», dixo el moro, «sy el veniere, raeremos el tu nonbre del libro de la nesçedat e pornemos y el suyo; ca el verna a sabiendas a grant daño de sy, e por auentura a la muerte; porque el non podra fazer aquello que te prometio, e asy sea el mas nesçio que tu».

«E porende señor», dixo el infante Roboan al enperador, «commoquier que seades muy rico, e podiesedes enplear muy grant auer en tan noble cosa commo aquesta que vos dize este fisico, sy verdat puede ser, non me atreuo a vos consejar que auenturedes tan grant auer; ca sy vos fallesçiese, dezirvos yan que non abiedes fecho con buen consejo nin con buen entendimiento; ca grand mengua de entendimiento es auenturar ome grant auer en cosa dudosa; ca finca engañado sy lo non acaba, e con perdida». «Çertas», dixo el enperador, «tengome por bien aconsejado de vos».



 


 

Don Juan Manuel

Libro de los exemplos (Siglo XIV)

De lo que contesçió a un rey con un omne quel' dixo quel' faría alquimia

 

Un día fablava el conde Lucanor con Patronio, su consejero, en esta manera:

-Patronio, un omne vino a mí et dixo que me faría cobrar muy grand pro et grand onra, et para esto que avía mester que catasse alguna cosa de lo mío con que se començasse aquel fecho; ca desque fuesse acabado, por un dinero avría diez. Et por el buen entendimiento que Dios en vos puso, ruégovos que me digades lo que vierdes que me cumple de fazer en ello.

-Señor conde, para que fagades en esto lo que fuete más vuestra pro, plazerme ía que sopiéssedes lo que contesçió a un rey con un omne quel' dizía que sabía fazer alquimia.

El conde le preguntó cómo fuera aquello.

-Señor conde Lucanor -dixo Patronio-, un omne era muy grand golfín et avía muy grand sabor de enrrequesçer et de salir de aquella mala vida que passava. Et aquel omne sopo que un rey que non era de muy buen recado se trabajava de fazer alquimia.

Et aquel golfín tomó çient doblas et limólas, et de aquellas limaduras fizo, con otras cosas que puso con ellas, çient pellas, et cada una de aquellas pellas pesava una dobla, et demás las otras cosas que él mezcló con las limaduras de las doblas. Et fuesse para una villa do era el rey, et vistiósse de paños muy assessegados et levó aquellas pellas et vendiólas a un espeçiero. Et el espeçiero preguntó que para qué eran aquellas pellas, et el golfín díxol' que para muchas cosas, et señaladamente, que sin aquella cosa, que se non podía fazer el alquimia, et vendiól' todas las cient pellas por cuantía de dos o tres doblas. Et el espeçiero preguntól' cómo avían nombre aquellas pellas, et el golfín díxol' que avían nombre tabardíe.

Et aquel golfín moró un tiempo en aquella villa en manera de omne muy assessegado et fue diziendo a unos et a otros, en manera de poridat, que sabía fazer alquimia.

Et estas nuebas llegaron al rey, et envió por él et preguntól' si sabía fazer alquimia. Et el golfín, como quier quel' fizo muestra que se quería encobrir et que lo non sabía, al cabo diol' a entender que lo sabía; pero dixo al rey quel' consejava que deste fecho non fiasse de omne del mundo nin aventurasse mucho de su aver, pero si quisiesse, que provaría ante'l un poco et quel' amostraría lo que ende sabía. Esto le gradesçió el rey mucho, et paresçiól' que, segund estas palabras, que non podía aver ý ningún engaño. Estonçe fizo traer las cosas que quiso, et eran cosas que se podían fallar et entre las otras mandó traer una pella de tabardíe. Et todas las cosas que mandó traer non costaban más de dos o tres dineros. Desque las traxieron et las fundieron ante'l rey salió peso de una dobla de oro fino. Et desque el rey vio que de cosa que costaba dos o tres dineros salía una dobla, fue muy alegre et tóvose por el más bien andante del mundo, et dixo al golfín que esto fazía, que cuidava el rey que era muy buen omne, que fiziesse más.

Et el golfín respondiól', como si non sopiesse más daquello:

-Señor, cuanto yo desto sabía, todo vos lo he mostrado, et daquí adelante vós lo faredes tan bien como yo; pero conviene que sepades una cosa: que cualquier destas cosas que mengüe non se podría fazer este oro.

Et desque esto ovo dicho, espedióse del rey et fuesse para su casa.

El rey probó sin aquel maestro de fazer el oro, et dobló la reçepta, et salió peso de dos doblas de oro. Otra vez dobló la reçepta, et salió peso de cuatro doblas; et assí como fue cresçiendo la recepta, assí salió pesso de doblas. Desque el rey vio que él podía fazer cuanto oro quisiese, mandó traer tanto daquellas cosas para que pudiese fazer mill doblas. Et fallaron todas las otras cosas, mas non fallaron el tabardíe. Desque el rey vio que pues menguava el tabardíe, que se non podía fazer el oro, envió por aquel que gelo mostrara fazer, et díxol' que non podía fazer el oro como solía. Et él preguntól' si tenía todas las cosas que él le diera por escripto. Et el rey díxol' que sí, mas quel' menguava el tabardíe.

Estonçe le dixo el golfín que por cualquier cosa que menguasse que non se podía fazer el oro, et que assí lo abía él dicho el primero día.

Estonçe preguntó el rey si sabía él do avía este tabardíe; et el golfín le dixo que sí.

Entonce le mandó el rey que, pues él sabía do era, que fuesse él por ello et troxiesse tanto porque pudiesse fazer tanto cuanto oro quisiesse.

El golfín le dixo que como quier que esto podría fazer otri tan bien o mejor que él, si el rey lo fallasse por su serviçio, que iría por ello: que en su tierra fallaría ende asaz. Estonçe contó el rey lo que podría costar la compra et la despensa et montó muy grand aver.

Et desque el golfín lo tovo en su poder, fuesse su carrera et nunca tornó al rey. Et assí fincó el rey engañado por su mal recabdo. Et desque vio que tardava más de cuanto devía, envió el rey a su casa por saber si sabían de'l algunas nuebas. Et non fallaron en su casa cosa del mundo, sinon un arca cerrada; et desque la avrieron, fallaron ý un escripto que dizía assí:

«Bien creed que non a en el mundo tabardíe; mas sabet que vos he engañado, et cuando yo vos dizía que vos faría rico, deviérades me dezir que lo feziesse primero a mí et que me creeríedes.»

A cabo de algunos días, unos omnes estavan riendo et trebejando et escribían todos los omnes que ellos conosçían, cada uno de cuál manera era, et dizían: «Los ardides son fulano et fulano; et los ricos, fulano et fulano; et los cuerdos, fulano et fulano». Et assí de todas las otras cosas buenas o contrarias. Et cuando ovieron a escrivir los omnes de mal recado, escrivieron ý el rey. Et cuando el rey lo sopo, envió por ellos et asseguróles que les non faría ningún mal por ello, et díxoles que por quél' escrivieran por omne de mal recabdo. Et ellos dixiéronlo: que por razón que diera tan grand aver a omne estraño et de quien non tenía ningún recabdo.

Et el rey les dixo que avían errado, et que si viniesse aquel que avía levado el aver que non fincaría él por omne de mal recabdo. Et ellos le dixieron que ellos non perdían nada de su cuenta, ca si el otro viniesse, que sacarían al rey del escripto et que pornían a él.

Et vós, señor conde Lucanor, si queredes que non vos tengan por omne de mal recabdo, non aventuredes por cosa que non sea çierta tanto de lo vuestro, que vos arrepintades si lo perdierdes por fuza de aver grand pro, seyendo en dubda.

Al conde plogo deste consejo, et fízolo assí, et fallóse dello bien.

Et beyendo don Johan que este exiemplo era bueno, fízolo escrivir en este libro, et fizo estos viessos que dizen assí:



Non aventuredes mucho la tu riqueza,
por consejo del que a grand pobreza.

 

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