- "La Antigua Guerra de los Caballeros", texto presentado y editado por José Rodríguez, «Azogue», nº 2, Julio - Diciembre 1999, URL: http://www.revistaazogue.com
LA ANTIGUA GUERRA DE LOS CABALLEROS
Presentación:
La primera edición de "La Antigua Guerra de los Caballeros, o las Conversaciones de la Piedra de los Filósofos", publicada en idioma alemán, apareció en Leipzig en el año 1604 y figura como anónima con el título original de "Uralter Ritter-krieg". El texto alcanzó gran popularidad gracias al volumen "Le triomphe hermétique" donde el alquimista Limojon de Saint-Didier lo traduce al francés intentando enmendar los errores de una versión anterior, acompañándolo además de un extenso comentario anexo conocido como "Plática de Eudoxio y Pirófilo" (1).
La "Uralter Ritterkrieg"
representa uno de los más brillantes ejemplos de la literatura
alquímica de los siglos XVI y XVII, época reconocida como punto
culminante de la alquimia en el desarrollo simbólico de sus
reflexiones teóricas. Surgen obras como el "Introitus"
de Filaleteo, "Arcanum hermeticae philosophicae opus"
de Jean d'Espagnet, la "Atalanta Fugiens" de Maier, los
trabajos atribuidos a Basilio Valentino, al Cosmopolita, a
Sendivogius... se trata, en fin, de la época más prolífica en
la redacción de textos dedicados al arte transmutatorio en el
continente europeo.
Una obra atribuida al alquimista alemán Johann
Sternhals fue editada en Hamburgo en 1595 (reimpresión en 1680) (2) con el mismo título de "La Guerra
de los Caballeros", y aunque su contenido es diferente al
que ahora nos ocupa comparten ambos el hecho de estar
estructurados en forma de diálogo o discusión. En el escrito de
Sternhals la disputa es entre dos cuerpos metálicos, el oro y el
hierro, para los que el mercurio hace las veces de juez. Los dos
metales discuten sus propiedades naturales intentando quedar uno
por encima del otro. El tema se basa sin duda en la en la polémica
en defensa del hierro como materia central de la obra alquímica
agitada por "La Espositione di Geber Philosopho" del
italiano Giovanni Bracesco (1482-1555?) y replicada duramente por
Giovanni Tauladano, Gaudenzio Merula y Giovanni Battista Fr. En
el tratado que ahora editamos tenemos un combate verbal distinto.
Se produce entre tres personajes: el oro y el mercurio por una
parte y la piedra de los filósofos por otra. El recurso
literario de hacer polemizar entre sí a los protagonistas
materiales de las operaciones alquímicas es clásico, aunque no
habitual, en la biblioteca alquímica. Encuentra su origen en el
medievo musulmán, más concretamente en el "Libro de los
Siete Ídolos" alquímico-hermético atribuido a Balinas-Apolonio,
descrito por el árabe Jildakî en su kitab al-burhân fi asrâr
'ilm al mîzân que estaba dividido en nueve secciones: dos
para el Sol (oro), dos para la Luna (plata) y una para cada uno
de los otros cinco metales-planetas. En cada capítulo toma el
protagonismo una "estatua metálica viviente" que se
dedica a exponer al lector las virtudes de su metal
correspondiente, su composición, sus propiedades, su afinidad
con ciertos planetas, etc. Cada ídolo metálico planteaba sus
atributos con detalle (3). Esta
visión antropomórfica de los metales en la que se recrea una
actitud dialogante se repite en una obra árabe de marcado
empirismo como es el anónimo "De aluminibus et salibus",
más concretamente en su capítulo dedicado al mercurio (4). Este escrito conoció una enorme difusión
en el medievo latino desde el siglo XIII y puede enlazarse con
los primeros textos europeos que echan mano del diálogo entre
elementos metalúrgico-planetarios como recurso retórico en el
discurso alquímico; hablamos de la "Visión de John Dastin"
(5) y del capítulo tercero incluido en el
"Liber deflorationis philosophorum" pseudo-Arnaldiano (6), fechados en el primer cuarto del siglo
XIV.
José Rodríguez Guerrero
1. - ALEXANDRE TOUSSAINT DE LIMOJON DE SAINT-DIDIER, (1689), "Le triomphe hermétique, ou la pierre philosophale victorieuse. Traitté plus complet et plus intelligible, qu'il en ait eu jusques ici, touchant le magistère hermetique", In 8°, Amsterdam, Henricus Wetstein. [segunda edición en 1699]. Abundantes datos sobre esta obra y las características de sus varias ediciones se encuentran en los catálogos especializados en alquimia: Caillet 6696; DeGuaita 505 y 1505; Duveen p.361; Ferguson II, 468; Ouvaroff 1150; Bib. Esoterica 2706; Verginelli 191; See Hall 21.
2. - JOHANN STERNHALS, (1680), "Ritterkrieg. Das ist: Ein Philosophisch-Geschicht, in Form eines gerichtlichen Processes, wie zwey Metallen, nemblich Sol und Mars, durch Klag, Antwort und Beweiß, jegliches Natur unn Eigenschaft von ihrem natürlichen Gott und Richter Mercurio gehöret, und endlich durch ein wol-gegründetes Urtheil, mit ewigwahrender Freundschafft einig zusammen verbunden werden", Wolff, Hamburg, [consultamos el ejemplar de la Bayerischen Staatsbibliothek de Munich, signatura no 41.2428].
3. - Los capítulos son introducidos por una serie de plegarias y letanías musulmanas que evidencian esfuerzos de los copistas por islamizar una obra pagana, posiblemente de origen siríaco.
4. - El "Libro de los Alumbres y las Sales" llega a Europa en dos versiones editadas respectivamente por J. Ruska y R. Steele: - J. RUSKA, (1935), "Das buch der Alaune und Salze. Ein Grundwerk der spätleteinischen Alchemie", Berlín, [texto árabe y traducción al alemán]. - R. STEELE, (1929), "Practical Chemistry in the Twelfth Century", en «Isis», nº 12, pp. 10-46.
5. - W. THEISEN, (1999), "John Dastin's Alchemical Vision", «Ambix», 46, 2, pp. 65-72.
6. - MICHELA PEREIRA, (1995), "Arnaldo da Vilanova e l'Alchimia", en Josep Perarnau (ed.), «Actes de la I trobada Internacional d'Estudis sobre Arnau de Vilanova», vol. 2, pp. 95-174, cf. pp. 152-157.
LA ANTIGUA GUERRA DE LOS CABALLEROS
O
PLÁTICA DE LA PIEDRA DE LOS FILÓSOFOS
CON EL ORO Y EL MERCURIO
Referente a la verdadera materia con la que aquellos que son sabios en los secretos de la Naturaleza pueden hacer la Piedra Filosofal, siguiendo las reglas de una práctica conveniente con el auxilio de Vulcano Lunático
COMPUESTO ORIGINALMENTE POR UN MUY HÁBIL FILÓSOFO
INTRODUCCIÓN DEL AUTOR
El tema de esta plática es una
discusión que tuvieron un día el Oro y el Mercurio con la
Piedra de los filósofos. He aquí de que manera habla un
verdadero Filósofo que ha llegado a la posesión de este gran
secreto.
Os afirmo delante de Dios, y por la salvación
eterna de mi alma, con corazón sincero, tocado de compasión por
aquellos que se dedican desde hace largo tiempo a las grandes
investigaciones; y os certifico a todos los que apreciéis este
maravilloso arte, que toda nuestra obra nace de una sola cosa, y
que en esta cosa encuentra la obra su perfección, sin que tenga
necesidad de cosa alguna, salvo de ser disuelta y coagulada, lo
cual debe hacerse por sí misma, sin auxilio de ninguna cosa
extraña.
Cuando se pone hielo en un vaso colocado sobre el
fuego, se ve que el calor hace que se disuelva el agua: se debe
hacer de la misma manera con nuestra Piedra, que sólo necesita
del auxilio del artista, de la operación de sus manos y de la
acción del fuego natural: pues ella no se disolverá jamás por
sí misma, aunque estuviese eternamente sobre la tierra: por esto
debemos ayudarla, de tal manera empero que no le añadamos nada
que le sea extraño o contrario.
Así como Dios produce el trigo en los campos, y
que nosotros debemos reducirlo después en harina, amasarlo, y
hacer pan con ella; así nuestro arte requiere que hagamos la
misma cosa. Dios creó este mineral, a fin de que lo cojamos
solo, que descompongamos su cuerpo grosero y espeso; que
separemos y tomemos para nosotros lo que encierra de bueno en su
interior; que rechacemos lo que tiene de superfluo, y que de un
veneno mortal, aprendamos a hacer una Medicina soberana.
Para darles una mayor inteligencia de esta
agradable plática, os haré el relato de la discusión que surgió
entre la Piedra de los Filósofos, el Oro y el Mercurio; de
suerte que los que desde hace largo tiempo se dedican a la
investigación de nuestro arte y que saben de qué manera se
deben tratar los metales y los minerales, puedan quedar lo
bastante ilustrados para que puedan llegar directamente al fin
que se proponen: sin embargo es necesario que nos apliquemos en
conocer exteriormente, e interiormente, la esencia y las
propiedades de todas las cosas que están sobre la tierra, y que
penetremos en la profundidad de las operaciones de que es capaz
la Naturaleza.
RELATO
El Oro y el Mercurio salieron un día a mano armada para combatir y para sojuzgar a la Piedra. El Oro animado de furor empezó a hablar de esta manera:
EL ORO
¿Cómo tienes la temeridad de elevarte por encima de mí, y de mi hermano Mercurio, y de pretender la preferencia sobre nosotros: tú que no eres más que un gusano hinchado de veneno? ¿Ignoras que soy el más precioso, el más constante y el primero de todos los metales? ¿No sabes que los Monarcas, los Príncipes y los Pueblos hacen por igual que todas sus riquezas consistan en mí y en mi hermano Mercurio; y que tú eres el contrario, el peligroso enemigo de los hombres, y de los metales; siendo así que los más hábiles médicos no cesan de publicar y de alabar las virtudes singulares que poseo para dar y para conservar la salud al mundo?
LA PIEDRA
A estas palabras llenas de cólera la Piedra respondió sin conmoverse: Mi querido Oro. ¿Por qué no te enojas más bien contra Dios, y por qué no le preguntas por qué razones no ha creado en ti lo que se encuentra en mí?
EL ORO
Es Dios mismo quien me ha dado el honor, la reputación y el brillante esplendor que todos hacen tan estimable: por esta razón soy tan buscado por todos. Una de mis mayores perfecciones es ser un metal inalterable en el fuego, y fuera del fuego; también todo el mundo me ama y corre detrás de mí. Pero tú no eres mas que una fugitiva y una engañadora que embauca a todos los hombres: esto se ve en que emprendes el vuelo y te escapas de las manos de los que trabajan contigo.
LA PIEDRA
Es verdad mi querido Oro, es
Dios quien te concedió el honor, la constancia y la belleza que
te hacen precioso; por esto tienes la obligación de dar las
gracias eternas a su divina bondad y no despreciar a los otros
como haces. Pues yo puedo decirte que no eres ese Oro el que
hablan los escritos de los filósofos, sino que ese Oro está
oculto en mi seno. Es verdad, lo confieso que yo me derrito al
fuego y que no permanezco en él, sin embargo sabes muy bien que
Dios y la Naturaleza me han dado esta cualidad, y que esto debe
ser así; tanto más cuanto mi fluidez redunda en provecho del
artista, que sabe la manera de extraerla. Debes saber sin embargo
que mi alma permanece constantemente en mí, y que es más
estable y más fija que tú por muy Oro que seas, y que todos tus
hermanos y todos tus compañeros. Ni el agua, ni el fuego, sea
cual fuere, pueden destruirla ni consumirla, aunque actúen sobre
ella tanto tiempo como dure el mundo.
No es pues culpa mía si soy buscado por los
artistas, que no saben cómo hay que trabajar conmigo ni de qué
manera debo ser preparada. Me mezclan a menudo con materias extrañas
que me son enteramente contrarias. Me añaden agua, polvos, y
otras cosas parecidas que destruyen mi naturaleza y las
propiedades que me son esenciales; también se encuentran apenas
uno entre ciento que trabaje conmigo. Todos se empeñan en buscar
la verdad de Arte en ti y en tu hermano Mercurio, por esto todos
se equivocan, y es en esto en lo que son falsos sus trabajos.
Ellos mismos son buen ejemplo de ello, pues emplean inútilmente
su oro, y tratan de destruirlo, no les queda de todo esto más
que la extrema pobreza, a la cual se ven al fin reducidos.
Tú, Oro, eres la primera causa de esta desgracia,
sabes muy bien que sin mí es imposible hacer oro alguno ni plata
alguna que sean perfectos, y que sólo yo tengo ese maravilloso
don. ¿Por qué sufre pues tú, cuando casi todo el mudo entero
funda en ti y en el Mercurio sus operaciones? Si te quedase aún
un resto de honradez impedirías que los hombres se abandonasen a
una pérdida segura. Pero como en vez de eso haces todo lo
contrario puedo sostener con verdad que eres tú sólo el engañador.
EL ORO
Quiero convencerte por la
autoridad de los filósofos que la verdad del arte puede ser
cumplida conmigo. Lee a Hermes. Habla así: el Sol es su padre,
la Luna su madre: y yo soy el único que es comparado al Sol.
Aristóteles, Avicena, Plinio, Serapión, Hipócrates,
Dioscórides, Messué, Rasis, Averroes, Geber, Raimundo Lulio,
Alberto Magno, Arnaldo de Vilanova, Tomás de Aquino y gran número
de otros filósofos, que no menciono para no ser prolijo,
escriben todos ellos claramente y distintamente que los metales y
la Tintura física sólo están compuestos de Azufre y de
Mercurio; que ese Azufre debe ser rojo, incombustible, resistente
constantemente al fuego, y que el Mercurio debe ser claro y bien
purificado. Habla de esta suerte sin ninguna reserva; me nombran
abiertamente por mi propio nombre, y dicen que en el Oro (es
decir, en mí) se encuentra el azufre rojo, digerido, fijo e
incombustible; lo cual es verdad y del todo evidente; pues no hay
nadie que no sepa bien que soy un metal muy constante e
inalterable, que estoy dotado de un azufre perfecto y enteramente
fijo sobre el cual no tiene el fuego ningún poder.
El Mercurio fue del parecer del Oro; aprobó su
discurso; sostuvo que todo lo que su hermano acaba de decir, era
verdad y que la obra podía realizarse de la manera que habían
descrito los filósofos arriba citados. Añadió incluso que
todos sabían cuán grande era la amistad mutua que había entre
el Oro y él, con preferencia a todos los otros metales; que no
había nadie que no pudiese juzgarlo fácilmente por el
testimonio de sus propios ojos, que los orfebres y otros
artesanos parecidos sabían muy bien que cuando quería dorar
alguna obra no podían prescindir de la mezcla del Oro y del
Mercurio, y que hacían su conjunción en muy poco tiempo, sin
dificultad, y con muy poco trabajo: ¿qué no debía esperarse
hacer con más tiempo, más trabajo y más aplicación?
LA PIEDRA
Al oír este discurso la Piedra se echó a reír y les dijo: en verdad que bien merecéis uno y otro que se burlen de vosotros y de vuestra demostración: pero eres tú, Oro, a quien admiro todavía más, viendo que presumes tanto de ti mismo, por el motivo de que eres bueno para ciertas cosas. ¿Puede estar realmente convencido de que los antiguos Filósofos escribieron, como lo hicieron, en un sentido que debe entenderse a la manera ordinaria? ¿Y crees que sus palabras deben interpretarse simplemente al pie de la letra?
EL ORO
Estoy seguro de que los Filósofos y los Artistas que acabo de citar no escribieron mentira. Todos opinan lo mismo con respecto a la virtud que yo poseo. Es muy cierto que hubo algunos que quisieron buscar en cosas totalmente alejadas, el poder, y las propiedades que están en mí. Trabajaron con ciertas hierbas; con los animales; con la sangre; con la orina; con cabellos; con esperma; y con cosas de esta naturaleza. Éstos se apartaron sin duda del camino verdadero y algunas veces escribieron falsedades. Pero no ocurre lo mismo con los maestros que he nombrado. Nosotros tenemos pruebas ciertas de poseyeron en efecto este arte, por eso debemos dar fe a sus escritos.
LA PIEDRA
No pongo en duda de estos Filósofos
tuviesen un exacto conocimiento del arte; exceptuando empero
alguno de los que has citado, pues hay algunos entre ellos,
aunque muy pocos, que lo ignoraron y que sólo escribieron sobre
él aquello que oyeron decir; pero cuando los verdaderos Filósofos
nombraron simplemente el Oro y el Mercurio como los principios
del arte no se sirven de estos términos mas que para ocultar su
conocimiento a los ignorantes y a os que son indignos de esta
ciencia. Saben muy bien que estos Espíritus vulgares sólo se
fijan en los nombres de las cosas, en las recetas y en los
procedimientos que encuentran escritos, sin examinar si hay un sólido
fundamento para lo que ponen en práctica. Por el contrario los
hombres sabios y los que buenos libros con aplicación y
exactitud considera todas las cosas con prudencia, examinan la
relación y la conveniencia que hay entre una cosa y otra, y por
este medio penetran en el fundamento del arte, de suerte que por
el razonamiento y la meditación descubren, al fin, cuál es la
materia de los Filósofos, entre los cuales no se encuentra
ninguno que la quisiera indicar, ni darla a conocer abiertamente
y por su propio nombre.
Se manifiestan claramente sobre esto cuando dicen
que nunca revelan menos el secreto de su arte que cuando hablan
claramente y según la manera ordinaria de expresarse; pero
confiesa en cambio que cuando emplean símiles, figuras y parábolas,
es verdaderamente en estos pasajes de sus escritos donde
manifiestan su arte, pues los Filósofos después de haber
discurrido sobre el Oro y sobre el Mercurio no dejan de declarar
y de asegurar en seguida que su Oro no es el sol y oro vulgar y
que su Mercurio tampoco es el mercurio común. He aquí la razón
de ello.
El Oro es un metal perfecto, el cual a causa de la
perfección que le dio la naturaleza no podría ser llevado por
el arte a un grado más perfecto, de suerte que de cualquier
manera que se pueda trabajar con el Oro, con cualquier artificio
que se emplee, aunque se extrajese cien veces su color y su
tintura, el Artista no hará nunca más oro y no teñirá jamás
una mayor cantidad de metal que la que había de color y de
tintura en el Oro del que fue extraída. Por esta razón dicen
los Filósofos que hay que buscar la perfección en las cosas
imperfectas y que allí se encontrará. Puedes leer en el Rosario
lo que te digo aquí. Raimundo Lulio, a quien has citado, es de
la misma opinión. Asegura que lo que debe ser hecho mejor no
debe ser perfecto, porque en lo que es perfecto no hay nada que
cambiar y más bien se destruiría su naturaleza que añadir algo
a su perfección.
EL ORO
No ignoro que los Filósofos hablan de esta manera. Sin embargo esto puede aplicarse a mi hermano Mercurio, que es aún imperfecto, pero si nos junta a los dos, él recibe entonces de mí la perfección que le faltaba, pues es del sexo femenino y yo soy del sexo masculino, lo cual hace decir a los Filósofos que el arte es un todo homogéneo. Ves un ejemplo de esto en la procreación de los hombres. No puede haber ningún niño sin apareamiento del varón y de la hembra, es decir, si la conjunción del uno con la otra. Tenemos u ejemplo parecido en los animales y en todos los seres vivos.
LA PIEDRA
Es verdad que tu hermano es
imperfecto y por consiguiente no es el Mercurio de los Sabios. Así
cuando seáis reunidos y se os tenga así en el fuego durante el
curso de varios años para tratar de uniros perfectamente el uno
con el otro siempre sucederá la misma cosa. A saber, que cuando
el Mercurio siente la acción del fuego se separa de ti, se
sublima, levanta el vuelo y te deja sólo abajo. Que si se os
disuelve en agua fuerte, si se os reduce en una sola masa, si se
os resuelve, si se os destila y si se os coagula, nunca produciréis,
empero, mas que un polvo y un precipitado rojo. Si se proyecta
este polvo sobre un metal imperfecto no lo tiñe, pero se
encuentra igual cantidad de Oro que la que se había puesto al
principio y tu hermano Mercurio te abandona, huye.
He aquí cuales son los experimentos que los que se
dedican al estudio de la Química hicieron para su mal durante
una larga serie de años. He aquí en qué termina todo el
conocimiento que adquirieron con sus trabajos. Pero en lo que atañe
al proverbio de los antiguos, en el que quieres ampararte de que
el arte es un todo enteramente homogéneo, de que ningún niño
puede nacer sin el varón y la hembra, y de que te imaginas que
con esto quieren hablar los Filósofos de ti y de tu hermano
Mercurio; debo decirte claramente que esto es falso, y que en
mala ocasión lo dices tú; aunque en estos mismos pasajes los
Filósofos hablan justamente y dicen la verdad. Te aseguro que
aquí está la Piedra Angular que ellos poseyeron y contra la
cual se estrellaron muchos miles de hombres.
Puedes imaginarte bien que con los metales debe
pasar lo mismo que con las cosas que tienen vida. Te ocurre e
esto lo que les ocurre a todos los falsos Artistas; pues cuando
leáis semejantes pasajes en los Filósofos no os preocupéis de
examinarlos más para tratar de descubrir si tales expresiones
encuadran y están de acuerdo o no con lo que se dice a
continuación. Sin embargo debes saber que todo lo que
escribieron los Filósofos de la obra en términos figurados se
debe entender sólo de mí, y no de cualquier otra cosa que
exista en el mundo, puesto que sólo yo puedo hacerlo que ellos
dicen, y que sin mí es imposible hacer oro alguno, ni plata
alguna, que sean verdaderos.
EL ORO
¡Buen Dios! ¿No te da vergüenza proferir una mentira tan grande? ¿Y no temes cometer un pecado glorificándote hasta tal punto que te atreves a atribuirte a ti sola todo lo que tantos sabios e ilustrados personajes escribieron sobre este arte desde hace tantos siglos, tú, que no eres más que una materia crasa, impura y venenosa, y confiesas no obstante esto, que este arte es un todo perfectamente homogéneo? Tú dices además que sin ti no puede hacerse oro alguno, ni plata alguna que sean verdaderos como si fuese una cosa universal. He aquí una contradicción manifiesta, tanto más cuanto que muchos sabios personajes se aplicaron con tanto cuidado y exactitud a los curiosos estudios que hicieron , que encontraron otros caminos con procedimientos que se llaman particulares de los cuales pudieron obtener, sin embargo, gran utilidad.
LA PIEDRA
Mi querido Oro, no te sorprenda
lo que acabo de decirte, y no seas tan imprudente que me imputes
una mentira, a mí que tengo más edad que tú. Si llegase a engañarme
en esto deberías con justa razón excusar mi gran edad, puesto
que no ignoras que hay que respetar la vejez.
Para hacerte ver que he dicho la verdad; a fin de
defender mi honor, sólo quiero apoyarme en la autoridad de los
mismos maestros que tú me has citado y que, por consiguiente, no
tienes derecho a recusar. Veamos particularmente a Hermes. Habla
así. Es verdad, sin engaño, cierto y muy verdadero, que lo que
está abajo es semejante a lo que está arriba; y lo que está
arriba es semejante a lo que está abajo: por estas cosas se
pueden hacer milagros con una sola cosa.
He aquí como habla Aristóteles. Oh que admirable
es esta cosa, que contiene e si misma todas las cosas que nos son
necesarias. Ella se mata a sí misma y en seguida cobra vida por
sí misma, se casa consigo misma, se embaraza a sí misma, nace
de sí misma; se revuelve ella misma en su propia sangre, se
coagula de nuevo con él y adquiere una consistencia dura; se
hace blanca, se hace roja por si misma; nosotros no le añadiremos
nada y no cambiamos nada de ella, salvo que separamos de ella lo
grosero y lo terrestre.
El Filósofo Platón habla de mí en estos términos.
Es una sola cosa única, de una sola especie en sí misma, tiene
un cuerpo, un alma, un espíritu y los cuatro elementos sobre los
cuales domina. No le falta nada; no tiene necesidad de otros
cuerpos; pues se engendra a sí misma; todas las cosas son de
ella, por ella y en ella.
Podría darte aquí otros muchos testimonios: pero
como esto no es necesario, los paso en silencio para no ser
enojosa, y como tú acabas de hablarme de [procedimientos]
particulares voy a explicarte en qué se diferencian del arte.
Algunos artistas que trabajaron conmigo llevaron tan lejos sus
trabajos que llegaron a separar de mí mi espíritu, que contiene
mi tintura; de suerte que mezclándola con otros metales y
minerales consiguieron comunicar un poco de mis virtudes a los
metales que tiene alguna afinidad y alguna amistad conmigo: sin
embargo, los Artistas que triunfaron por este camino y que
encontraron seguramente una parte del arte, son verdaderamente en
número muy pequeño, pero conocieron el origen de donde procedían
las tinturas, les fue imposible llevar más lejos su trabajo, y
no encontraron a fin de cuentas que su procedimiento tuviese una
gran utilidad. Si estos Artistas hubiesen llevado sus estudios más
allá y hubiesen examinado bien cuál es la mujer que me es
propia; si la hubiesen buscado y si me hubiesen unido a ella,
entonces habría podido teñir mil veces más, pero en vez de
esto destruyeron enteramente mi propia naturaleza, mezclándome
con cosas extrañas; por eso, aunque haciendo su cálculo,
consiguieron alguna ventaja, muy mediocre por cierto, en
comparación con el gran poder que está en mí. Es evidente
empero que esta utilidad sólo procedió y sólo tuvo su origen
en mí y no en cualquier otra cosa con la que pude ser mezclada.
EL ORO
No has probado gran cosa con lo que acabas de decir, pues aunque los Filósofos hablan de una sola cosa, que encierra e sí los cuatro elementos; que tiene un cuerpo, u alma y un espíritu; y que por esta cosa quieran dar a entender la tintura física cuando ha sido llevada a su última perfección, que es el fin que persiguen; sin embargo esta cosa debe estar compuesta desde su comienzo de mí, que soy el Oro, y de mi hermano, que es el Mercurio, que somos los dos la semilla masculina y la semilla femenina; tal y como se ha dicho más arriba. Pues después de haber sido nosotros suficientemente cocidos y transmutados en tintura, somos por ello el uno y el otro, juntos, una sola cosa de la que hablan los Filósofos.
LA PIEDRA
Esto no es como tú te imaginas.
Ya te he dicho anteriormente que no puede hacerse una verdadera
unión con vosotros dos, porque no sois un solo grupo sino dos
cuerpos juntos, y, por consiguiente, sois contrarios, si
consideramos el fundamento de la Naturaleza. En cambio yo tengo
un cuerpo imperfecto, un alma constante, una tintura penetrante.
Tengo además un Mercurio claro, transparente volátil y móvil y
puedo operar todas las grandes cosas de que os vanagloriáis los
dos si que podáis empero hacerlas. Porque yo soy quien llevo en
mi seno el Oro Filosófico y el Mercurio de los Sabios; por esto
los Filósofos ha hablado de mí diciendo que su Piedra es
invisible y no es posible adquirir la posesión de nuestro
Mercurio si no es por medio de dos cuerpos, de los que uno no
puede recibir sin el otro la perfección que se le exige.
Por esta razón no hay más que yo, que posea una
semilla masculina y femenina, y que sea (al mismo tiempo) un todo
enteramente homogéneo, por lo cual se llaman hermafrodita.
Ricardo Inglés da testimonio de mí diciendo que la primera
materia de nuestra piedra se llama Rebis (dos cosas), esto es,
una cosa que recibió de la Naturaleza una propiedad oculta que
hace que se le dé el nombre de Hermafrodita; como si dijéramos
una materia en la que es difícil poder distinguir el sexo, su es
macho o si es hembra, porque se inclina igualmente hacia ambos
lados. Por esto la medicina se hace con una cosa, que es el agua,
y el espíritu del cuerpo.
Esto es lo que hizo decir que esta medicina engañó
a un buen número de tontos a causa de la multitud de sus enigmas.
Sin embargo este arte no requiere más que una cosa, que es
conocida de cada cual, y que muchos desean, y el todo es una cosa
que no tiene par en el mundo pero que, empero, es vil y se puede
obtener por poco precio. Pero no hay que despreciarla por su
escaso valor, pues hace y completa cosas admirables.
El Filósofo Alain dice que vosotros que trabajáis
en este arte debéis tener una firme y constante aplicación de
espíritu a vuestro trabajo y no empezar a ensayar ora una cosa y
ora otra. El arte no consiste en la pluralidad de las especies
sino en el cuerpo y en el espíritu. Oh cuán cierto es que la
medicina de nuestra Piedra es una cosa, un vaso, una conjunción.
Todo el artificio comienza por una cosa y acaba en una cosa,
aunque los Filósofos describen varias vías con el fin de
ocultar este gran arte. Y así es que hablan de una conjunción
continua, una mezcla, una sublimación, una desecación y otras
muchas vías y operaciones a las que se puede designar con
diferentes nombres. Empero la solución del cuerpo no se hace más
que en su propia sangre.
He aquí cómo habla Geber. Hay un azufre en las
profundidades del Mercurio, que lo cuece, y que lo digiere en las
vetas de las minas durante muy largo tiempo. Ya ves, pues, mi
querido Oro, que te he demostrado ampliamente que este azufre sólo
está en mí, puesto que lo hago todo yo sola, sin tu auxilio y
sin el de todos tus hermanos y de todos tus compañeros. No tengo
necesidad de vosotros, en cambio todos vosotros tenéis necesidad
de mí, puesto que lo hago todo yo sola, sin tu auxilio y sin el
de todos tus hermanos y de todos tus compañeros. No tengo
necesidad de vosotros. En cambio todos vosotros tenéis necesidad
de mí, en tanto que puedo daros a todos la perfección y
elevaros por encima del estado en que os puso la Naturaleza.
Al oír estas palabras el Oro se
encolerizó furiosamente, sin saber ya qué responder. Celebró
consejo con su hermano Mercurio y se pusieron de acuerdo e que se
apoyarían el uno al otro, esperando que al ser dos contra
nuestra Piedra, que no es más que una sola, la dominarían fácilmente;
de suerte que después de no haber podido vencerla por la discusión,
tomaron la resolución de darle muerte por medio de la espada.
Con este propósito juntaron sus fuerzas, a fin de aumentarlas
con la unión de su doble poder.
Se celebró el combate. Nuestra Piedra desplegó
sus fuerzas y su valor. Combatió contra los dos y los venció,
los dispersó y los destruyó al uno y al otro de suerte que no
quedó el menor vestigio que pudiese dar a conocer lo que había
sido de ellos.
Así, queridos amigos, que tenéis el temor de Dios
delante de los ojos, lo que acabo de deciros debe haceros
conocerla verdad e iluminaros el espíritu todo lo que sea
necesario, para comprender el fundamento del más grande y el más
precioso de todos los tesoros que ningún filósofo expuso,
descubrió ni sacó a la luz tan claramente.
No necesitáis pues otra cosa. Sólo os falta rogar
a Dios, para que se digne haceros llegar a la posesión de una
joya que es de un precio incalculable. Aguzad después de esto el
filo de vuestros Espíritus; leed los escritos de los sabios con
prudencia; trabajad con diligencia; no actuéis con precipitación
en una obra tan preciosa. Él tiene su tiempo ordenado por la
Naturaleza, lo mismo que los frutos que están en los árboles y
los racimos de uva que tiene la vid. Tened rectitud de corazón y
proponeos un fin honrado. Si no es así Dios no os otorgará
nada, pues sólo comunica un don tan grande a aquellos que
quieren hacer buen empleo de él, negándoselo a aquellos que lo
aplicarían en cometer el mal. Ruego a Dios que os dé su Santa
Bendición. Así sea.
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