- MAR REY BUENO. "La Botica Alquimista". «Azogue», nº 2, Julio - Diciembre 1999, URL: http://www.revistaazogue.com

 

Mar Rey Bueno

LA BOTICA ALQUIMISTA

 

 

En el siglo II de nuestra era Galeno, médico nacido en Pérgamo, postula los principios de una farmacología racional, heredera de la terapéutica clásica y helenística, basada en la existencia de tres conceptos: alimento, medicamento y veneno. El alimento, procedente del reino animal, no causaba alteraciones en el organismo y servía para su mantenimiento. El medicamento, de origen vegetal, si causaba modificaciones pero eran beneficiosas mientras que el veneno, principalmente mineral, causaba alteraciones maléficas a quién lo ingería, por gozar de una acción enérgica y destructora sobre el organismo (1). Estos postulados se mantendrán por siglos, siendo todas las preparaciones farmacéuticas de carácter vegetal.

 

Del compuesto a la quintaesencia

Las partes activas de los vegetales, aquéllas que tenían propiedades terapéuticas, recibían el nombre de simples. Las boticas galénicas se caracterizaban por la profusión en polifármacos, es decir, medicamentos elaborados a partir de numerosos simples, buscando potenciar la acción moderada de los principios activos procedentes del mundo vegetal. Estos polifarmacos se denominaban compuestos y constituían el grueso de los antidotarios medievales.

Para alcanzar la acción medicinal, la planta requería una manipulación y transformación, a fin de obtener las sustancias que presentaban acción específica. Se podía hervir la planta en agua (decocción), añadir agua hirviendo sobre la especie medicinal (infusión), sumergir el simple en agua fría (maceración) o bien extraer las partes activas de los simples frescos y con alto contenido acuoso (extracción).

En la Baja Edad Media se comienza a gestar el embrión de lo que podríamos denominar primera revolución farmacéutica, con la aparición de los tratados atribuidos a Ramón Llull y a Johannes Rupescissa y que, bajo el título de Libro de la Quintaesencia, aportarán una nueva visión a la preparación de medicamentos. La quintaesencia, es decir, el espíritu, neuma ordenador y agente dinámico de transformación, servía a la vez para obtener medicamentos y para "curar" los metales innobles transformándolos en oro y plata. Para Llull y Rupescissa, la quintaesencia era el alcohol, que servía para extraer los principios aromáticos de las plantas y tenía una importante utilidad terapéutica. La farmacia medieval, inspirada en el galenismo, obtenía sus principios activos mediante extracción acuosa. Con la extracción alcohólica se enriqueció la farmacia medieval y se renovó una terapéutica anquilosada.

Los textos sobre quintaesencias atribuidos a Rupescissa y Llull son importantes en la historia de la alquimia porque suponen un punto de transición en el camino que convirtió la alquimia en farmacia (2).

 

Destilación y Paracelsismo

La influencia ejercida por los textos de Llull y Rupescissa comienza a sentirse a principios del Renacimiento. Las quintaesencias alquímicas eran ya medicamentos. A partir del alcohol (quintaesencia del vino) se obtenían sustancias aromáticas, quintaesencias de las plantas en solución alcohólica, lo que favoreció técnicas de destilación y el uso de aguardientes, aguas de vida y licores a partir de plantas aromáticas, usados como tónicos, estimulantes y digestivos.

Algunos escritores médicos, fundamentalmente alemanes y suizos, comenzaron a interesarse por la conexión entre mineralogía y terapéutica y el posible desplazamiento de la alquimia desde las técnicas de transmutación hacia la preparación de los medicamentos. El primero de todos ellos fue el cirujano de Estrasburgo Hieronymus Brunschwygk, que escribió dos tratados de arte destilatoria de enorme influencia posterior. En ellos, dedica por primera vez un apartado al estudio de las aguas destiladas y su aplicación a la terapéutica, admitiendo las esencias producidas por destilación como el principio activo de los medicamentos (3). Posteriormente aparecieron otros autores, influidos por la obra de Brunschwygk, entre los que destacan Phillip von Ulstadt, Conrad Gesner, Pietro Andrea Mattioli y Giovanbattista della Porta. Esta nueva concepción conduce al florecimiento de los espagíricos, alquimistas que emplearon la parte material y técnica de la alquimia en la preparación de medicamentos destilados, líquidos de una pureza óptima libres de toda materia. Por ello, los nuevos productos así obtenidos recibieron el nombre de remedios alquímicos.

Los remedios terapéuticos destilados podían ser de varios tipos: aguas simples, aguas compuestas y aceites. Las aguas simples se obtenían por destilación de una planta al baño maría, previa maceración en alcohol. Las aguas compuestas, por destilación de dos o más hierbas, podían tener usos medicinales, aromáticos o cosméticos: las aromáticas se empleaban para aromatizar manos, cara, barba y piel, así como vestidos, pañuelos y ropa de cuerpo y cama; las cosméticas se empleaban para el adorno y embellecimiento de la persona, devolviendo el buen color facial, quitando arrugas, protegiendo del sol y eliminando manchas y defectos de la piel. Los aceites obtenidos por destilación podían ser de plantas, de animales o de minerales. Todos ellos podían recibir el nombre genérico de quintaesencias, que en el Renacimiento designaba una virtud o facultad que poseía cualquier planta, mineral o animal que, por la pureza total de su esencia, conservaba la buena salud del cuerpo, prolongaba la juventud, retardaba la vejez y ahuyentaba todo tipo de enfermedades (4).

El principal impulsor de estas nuevas teorías fue Paracelso, quien consideraba que lo que curaba no era el simple en su conjunto, sino su quintaesencia, el arcano, la parte más pura y noble. La droga deja de ser un conjunto unitario para convertirse en una agrupación de sustancias seleccionables entre sí y extraibles, utilizables de modo separado o conjunto. Esta idea no constituía propiamente una novedad, ya que se conocía el proceso de destilación, pero nadie como Paracelso dio el máximo impulso a esta metodología. Con ello, se modifica la figura del boticario, que no tiene como objetivo primordial mezclar, sino extraer y formar nuevos compuestos. Con Paracelso los preparados alquímicos ya no sirven para transmutar metales, sino que son verdaderos medicamentos. Alejó el laboratorio alquímico de la búsqueda transmutatoria y la orientó hacia la obtención de arcanos curativos. En vez de usar las partes activas de las plantas, recomendó la purificación, aislar los principios activos con propiedades farmacológicas. Para ello, necesitó el empleo de la tecnología desarrollada por los alquimistas (5).

 

Medicamentos químicos

Las teorías de Paracelso dieron lugar a una nueva interpretación de la medicina y la terapéutica. Definió el organismo en términos químicos. A partir de esta concepción la farmacia paracelsista necesitó de remedios químicos y no medicamentos vegetales.

La incorporación de las quintaesencias a la materia médica fue seguida por una asimilación del paracelsismo a la teoría galénica y la constitución de un nuevo sistema médico, la iatroquímica, que aspiró a construir un corpus donde se integrasen todas las novedades que poco a poco desmontaron la teoría galénica tradicional: anatomía posvesaliana, doctrina de la circulación de la sangre, indagación anatomopatológica, observación clínica, atomismo e imagen cartesiana del ser humano (6).

Como componente de la iatroquímica surge la farmacoquímica, es decir, el empleo de medicamentos químicos en terapéutica. Aparece con la iatroquímica y persiste tras su derrumbamiento (7).

El medicamento químico en el siglo XVII se obtenía modificando la materia por medio del fuego, con el fin de conseguir distintas partes de la misma con diferentes propiedades terapéuticas. Las operaciones químicas eran variadas. La más empleada era la destilación, que consistía en separar las partes más activas de los simples por medio del calor. La finalidad de la destilación era separar y dividir las sustancias de los simples para el conocimiento de todas ellas. Pero también se empleaban otras operaciones, entre las que destacan la rectificación o separación de las partes más sutiles de los licores ya destilados; la coobación o separación de las partes oleosas que quedaron fijas en la primera destilación; la circulación, o destilación circular, encaminada a purificar al máximo un licor ya destilado; la sublimación o extracción seca de las partes sutiles y la filtración, incluida entre las operaciones químicas, aunque se trate más bien de un proceso mecánico, destinado a separar las partes sólidas de los líquidos.

Mediante estas diversas operaciones se obtenían los llamados medicamentos químicos: aguas y aceites destilados, bálsamos, espíritus, sales, extractos, tinturas, elixires, esencias, magisterios y flores, entre otros.

Frente a la terapia galénica, predominantemente vegetal, la farmacoquímica empleaba sustancias procedentes de los tres reinos de la naturaleza.

De los vegetales llamados aromáticos, esto es, compuestos por gran parte de sustancias volátiles, se obtenían por destilación las aguas, los aceites y los bálsamos. Las aguas y los aceites sólo se diferenciaban en su aspecto, acuoso el de las primeras y oleoso el de los segundos. Los bálsamos se obtenían a partir de los aceites destilados, por aumento en la temperatura a la que eran sometidos en el proceso de destilación. De los vegetales no aromáticos, compuestos por partes viscosas y resinosas en las que estaban las propiedades terapéuticas, se obtenían por extracción los extractos, tinturas, elixires y esencias. Los extractos eran cuerpos sólidos separados de las partes impuras por un disolvente apropiado, que una vez extraída la parte esencial, se eliminaba. Las tinturas eran extractos a los que no se eliminaba el vehículo extractor, se componía de las partes oleosas de los simples disueltas. Los elixires eran tinturas en las que los vehículos extractores eran espíritus. Se caracterizaban por tener más virtud al abundar más las partes activas. Las esencias eran elixires hechos con espíritu de vino.

De los vegetales también se podían extraer los espíritus, definidos como la parte más sutil, activa y penetrante, encargada de promover las funciones de los cuerpos. Para obtenerlos, se procedía a una destilación del simple previamente macerado.

Las sales eran otro tipo de remedios obtenidos por procedimientos químicos. Se definían como partículas espirituosas fijas a partículas terrestres. Eran las encargadas de provocar los colores, olores y sabores y producían la generación, la alteración y la corrupción. En los vegetales se distinguían diferentes tipos de sales: las alcalinas fijas, obtenidas por calcinación hasta cenizas del vegetal; las alcalinas volátiles, conseguidas por destilación y posterior rectificación; las neutras, mediante mezcla con ácidos y posterior evaporación y las ácidas, por coagulación de los zumos, eran las llamadas sales esenciales.

Los animales también se empleaban en terapéutica. De ellos se obtenían, principalmente, sales, aceites y espíritus. La forma de obtención era igual, independientemente del animal que se considerase. Se tomaba el animal o parte del mismo empleada por sus supuestos usos terapéuticos. Se sometía a fuego fuerte durante un tiempo determinado. En el recipiente donde se realizaba esta operación se observaba, por una parte, unas cenizas en las paredes del mismo que, tras su recogida y correspondiente purificación en baño de arena, constituían la sal. El residuo que quedaba en el fondo del recipiente se filtraba con una papel de estraza. La parte que quedaba en el papel constituía el aceite; lo filtrado, tras correspondiente destilación, conformaba el espíritu.

Una de las principales aportaciones de la farmacoquímica fue el empleo de minerales como medicamentos de uso interno. Para ello, se transformaban en diferentes formas: espíritus y sales, obtenidos de manera semejante a la ya descrita para animales; magisterios, por disolución de las partes más solubles de los simples minerales en el licor correspondiente y posterior precipitación y flores, polvos sutiles, a modo de esencia de la materia, obtenidas por sublimación.

A la vista de lo expuesto, podemos afirmar que la verdadera heredera de la alquimia es la farmacia, a partir del momento en que los paracelsistas convierten el laboratorio alquimista en laboratorio farmacéutico y se dedican a la obtención de medicamentos químicos. La alquimia no se convirtió, como tradicionalmente se ha mantenido, en la moderna química, que surgió precisamente de la negación de la teoría y de los métodos del arte hermético. Boyle, Dalton, Boerhaave y Lavoisier constituyeron la química moderna contra la alquimia, no gracias a ella.

Mar Rey Bueno
mreybueno@wanadoo.es

 

 

 

Notas:

1. GARCÍA BALLESTER, L. (1972) Alma y enfermedad en la obra de Galeno. Valencia.

2. ESTEVA DE SAGRERA, J. (1974), Estudio de la aportación médico-farmacéutica de Ramón Llull y Arnau de Vilanova. Barcelona, Tesis doctoral (Publicada en fascículos, entre 1976 y 1979, en la revista Circular Farmacéutica).

3. Liber de arte distillandi de simplicibus (Estrasburgo, 1500) y Liber de arte distillandi de compositis (Estrasburgo, 1512).

4. FORBES, R.J. (1970), A Short History of the Art of Destillation, Leiden.

5. ESTEVA DE SAGRERA, J. (1991), La Química sagrada. De la alquimia a la química en el siglo XVII, Madrid, pp. 34-39.

6. LÓPEZ PIÑERO, J.M. (1972), "La iatroquímica de la segunda mitad del siglo XVII". En: P. Laín Entralgo (dir.), Historia Universal de la Medicina, Barcelona, 7 vols., 4, pp. 279-296.

7. FOLCH JOU, G. (1986), "Ciencia farmacéutica en el Barroco". En: VV.AA., Historia General de la Farmacia. El medicamento a través del tiempo, Madrid, 2 vols., 2, pp. 391-411.

 


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